LOS QUE HACEMOS DE ESTE BLOG UNA CASA DE LOCOS

LOS QUE HACEMOS DE ESTE BLOG UNA CASA DE LOCOS

MORGANA

JOTAELE

AGÜELO COCINILLAS

Oficialmente, profesora

Escritora

Casada y madre de familia

Me gusta leer, escribir y el rock and roll

Toco la guitarra

Hago dameros

Me gusta Patán

Odio la política y los programas del corazón

Oficialmente, abogado

Seductor

No sabe, no contesta

Me gustan las mujeres

Toco lo que me dejan

Hago el amor

Me gusta Betty Boop

Odio a Belén Esteban y a María Antonia Iglesias

Oficialmente, jubilado

Naturalista

Viudito y disponible

Me gusta observar la naturaleza humana

Ya no toco nada

Hago disecciones

Me gusta doña Urraca

Odio la caza, la pesca y los toros.

LIBROS LEÍDOS INVIERNO 2013

J.K. ROWLING: Una vacante imprevista
NOELIA AMARILLO: "¿Suave como la seda?
LENA VALENTI: "Amos y mazmorras"

lunes, 16 de febrero de 2009

MI HERMOSA Y TRISTE HISTORIA DE AMOR



Soy joven, soy guapa. Y estoy enamorada. Supongo que es lo normal al ser joven y bonita. Estoy enamorada hasta el dolor, y es una sensación que me gusta. Y soy correspondida.

Vivo en el campo desde muy pequeña. Me gusta esta vida un poco salvaje, libre, respirando aire puro y haciendo ejercicio. Y aquí es donde lo conocí. Fue hace tres meses. Yo ya estaba notando cambios en mi cuerpo, sensaciones extrañas y desconocidas, a veces agradables, a veces no. Y una mañana que estaba yo asomada al muro de casa, lo vi pasar con su padre y algo se revolvió en mi interior, como un huracán salido de la nada que se hubiese desatado de repente. El objeto de mi deseo clavó sus ojos en los míos durante unos segundos, y no hizo falta hablar porque los dos queríamos lo mismo. En mi caso dio igual que no hubiese tenido una experiencia previa que me avisara de lo que se me venía encima. Sabía que me había enamorado por el sencillo motivo de que sentí algo muy grande que no había sentido nunca.

Desde entonces lo busqué con frenesí. Me aprendí las horas a las que pasaba por delante de mi casa. Gozaba infinitamente con los instantes previos a su aparición, sabiendo que ésta era inminente y que él me miraría, que no podría evitarlo porque también me quería. Y así sucedía, siempre igual, siempre acompañado de su padre, siempre manteniéndome la mirada, hasta que un día…

Un día él consiguió entrar en el jardín, tras eludir la vigilancia de su padre. Los míos tampoco estaban. No hizo falta hablar, porque ambos sabíamos lo que queríamos y que nos queríamos. Nuestro encuentro fue maravilloso porque estábamos sedientos de amor y se repitió muchas veces, quizá demasiadas para lo jóvenes que somos. Y digo esto porque los mayores se empeñan en no dejarnos disfrutar de nuestros sentimientos, cuando ellos probablemente de jóvenes pasaron por lo mismo, pero parece que con la edad adulta lo han olvidado. En fin, su padre se enteró. Por fortuna no le dio mucha importancia al asunto, y nosotros procuramos ser más cautos. Dejé de comer por amor, dejé de dormir por amor, dejé de reír por amor, estaba distraída y un poco triste. Sólo era feliz cuando estaba con él. Sólo vivía para la hora de encontrarme con él. Y a él le sucedía lo mismo, y yo lo sabía aunque no estuviera conmigo.

No tardaron mucho en enterarse mis padres de lo que yo creía que era un idilio secreto, mi idilio secreto, mi historia perfecta. Hablaron con su padre, que confirmó sus sospechas y ahí empezó nuestro calvario. Nos prohibieron volver a vernos. No nos importa, porque nuestro amor pasa por encima de lo material, y aunque físicamente estemos separados, espiritualmente estamos más unidos que nunca. Yo le quiero. Él me quiere. Y eso es lo único que importa, porque la fuerza del amor derriba todas las barreras.

Me llamo Wass, soy una perra mestiza de año y medio y acabo de parir dos preciosos cachorros.

lunes, 9 de febrero de 2009

ROBERT PLANT Y ALISON KRAUSS. Rising sand***


 ****** ¿Qué estás haciendo en casa? Corre a comprarlo

****     Cómpralo, pero puedes ir mañana

***       Descárgalo legalmente

**         Descárgalo ilegalmente

*          Vete al top manta, o, mejor, escucha Cadena Dial

Me lo acabo de comprar, hace diez minutos, en el iTunes. He visto la noticia en el telediario de que han arrasado en los premios Grammy, y me dije "venga, Morgana, líate la manta a la cabeza". Así que lo reseño mientras lo escucho por primera vez, y quizá por última.
Lo primero... ¿Éste es Robert Plant? ¿Éste es MI Robert Plant? Fanática de los Led Zeppelin como soy yo, no estaba preparada para esta, como lo llamaría... transmutación de la voz. ¿Dónde está aquel falsete de huevo prieto que tanto me gustaba? Pues, lisa y llanamente, en el mismo sitio donde están las camisas modelo torso al aire, los pantalones tipo envase al vacío, las plataformas, la melena leonina al aire... en el baúl de los recuerdos. Da gusto saber reciclarse, sí señor, y ya me estaba dando penita gorda ver al antaño efebo Plant arrastrando por los escenarios sus canas y michelines en un triste intento de remedar los grititos orgásmicos de "Who lotta love" que tan bien le salían otrora. Le ha cambiado la voz y hay que lucirla. Y al que le gustara el anterior, que tire de DVD, que para eso está. Que conste que hay un guiño a su etapa zeppelin gritón en el séptimo tema.
De ella no sabía absolutamente nada, excepto que no tenía nada que ver con Alfredo Kraus. Una voz preciosa y delicada, nada que ver con la nasal y excesiva, en todos los aspectos, Dolly Parton, primera imagen que se me viene a la mente cuando oigo la palabra "folk".

El disco se compone de trece temas a los que no puedo encontrar un punto en común. En ocasiones me recuerda a Chris Isaak (Please read the letter, Rich Woman), otras veces al más puro folk country americano, en la línea Parton/Rogers, como en el tema "Throught the morning, throught the night" "killing the blues", o en el estupendo "Let your loss be your lesson", pero más fino e intimista, y otras al folk europeo sin más (Sister Rossetta goes before us).  Un tema rockero: "Gone, gone, gone". Es un decir, no hay una guitarra eléctrica ni por asomo, pero por lo menos el ritmo es acelerado. Lo mismo sucede con "Fortune Teller". Se vislumbra algo enchufado a un ampli en el tema titulado "Nothin'". Por lo demás, se ciñe al patrón: voz alta y baja acopladas, mucho violín y guitarra acústica, tono melancólico e incluso pelín dengoso, aburrido a veces. A cambio, presenta una elegancia insólita, en mi opinión, en los discos de este género, que no está entre mis favoritos, la verdad.
Es música para escuchar relajadamente en casa, sin prisas, después de un duro día de trabajo y con una copa de tinto bueno en la mano. Se deja oír, desde luego. No será la última vez que lo haga.

sábado, 7 de febrero de 2009

EL SÍNDROME DEL ANDAMIO



Hoy cumplo 43 años, y se me ha venido a la cabeza algo que le oí decir a la sinpar Ketty Kauffman cuando, hace muchos años, daba una dieta para adelgazar a la que llamaba “La dieta del andamio”. Su fundamento era: “Si pasas por delante de una obra y escuchas piropos groseros, es que te sobran tres kilos. Bájalos”. Manténganlo en la memoria, porque dentro de un rato volveré sobre ello.

Las pruebas de que te queda poco tiempo de risa floja y juerga flamenca y de que pronto serás carne de olvido, cero a la izquierda, prototipo del ninguneado, etc, etc, etc, afortunadamente, no aparecen todas al mismo tiempo. Son insidiosas y sibilinas, y se van desarrollando durante un período más o menos largo, aunque no por eso te sientes menos agobiada, deprimida y cabreada.

La cosa empieza de un modo sutil, un día te das cuenta de que cada vez hay más gente que te llama señora. “Señora ¿Tiene hora?” pregunta una vocecilla infantil (me encanta Herodes); “Fulanito, cóbrale a la señora sus dos paquetes de tabaco” dice un sonriente Menganito mientras tú estudias seriamente la forma de acabar con su escultura dental; “Pepito, deja en paz a esa señora”, dice una mamá treinteañera al tiempo que piensas que si alguien te tiene que dejar en paz no es Pepito, sino su madre… en fin, los ejemplos son innumerables a la par que patéticos.

Segunda pista. Una mañana estás delante de tu armario pensando qué ponerte, y de repente ves que tu guardarropa no difiere demasiado del de Hannah Montana. Sales pitando a renovarlo acorde con tu edad tras haber donado todo a la beneficiencia o a las hijas adolescentes de tus amigas. Al mes cambias de opinión, te da vergüenza pedir a las susodichas la devolución de tu ropa sexy, vas a comprarte más y regalas la de señora a tu madre, que sabiamente la guarda en espera de que se la vuelvas a pedir en la siguiente crisis. Y pasas una buena temporada navegando por la dicotomía Pamela Anderson-Audrey Hepburn.

Tercera pista: aquel dolorcillo sordo en la espalda, o en el pie, o en el estómago, o donde sea, se ha convertido en un molesto compañero de eterno viaje sin posibilidad de divorcio. Puede llevar, y llevará, un acompañamiento todavía más espeluznante: un día descubres que no ves bien, o que no oyes bien, o que no te acuerdas de las cosas como antes. También pagas los excesos de años anteriores: las resacas duran tres días y te das cuenta de que bailar frenéticamente en las discotecas no era hacer ejercicio, y de que lo de beber dos litros de líquidos al día no incluía los cubalibres, habida cuenta de cómo tienes la musculatura y la piel.

Cuarta pista: cada vez pasas más tiempo delante del espejo, y no admirándote precisamente. Aquel mirarse una arruguilla y decirte a ti misma “no estoy nada mal para mi edad” se ha convertido en una ITV diaria que nunca pasas a la primera, con cada vez más puntos implicados: a la arruga del entrecejo se han añadido los surcos nasogenianos, las patas de gallo, los extraños pelos negros en cuello y barbilla, los collarines del cuello, la prueba del lápiz en los antaño pechos marmóreos, el colgajo del brazo, y aquello que in illo tempore eran nalgas ebúrneas y ahora empiezan a tener un sospechoso parecido con un portafolios viejo. Por no hablar de la morcillita que monta por encima de la rodilla, el tripón que se desparrama en cuanto te quitas los vaqueros o las múltiples manchas solares que van empezando a aparecer.

Quinta pista: cosas que has aborrecido siempre se convierten en tus mejores amigas: las gafas disimulan bolsas, ojeras y patas de gallo, porque ya no tienes buena cara si no duermes ocho horas mínimo; los jerséis grandes son más apreciados que el caviar iraní algunos días del mes; prefieres no tener para comer que llegar a casa y no encontrar tu chándal y zapatillas; la manta eléctrica se convierte en tu electrodoméstico fetiche y en el de tus cervicales; no concibes salir a la calle sin maquillar ni para comprar el pan y ya no miras los anuncios de Corporación Dermoestética con tanto desprecio como antes. O al revés, empiezas a odiar con toda tu alma cosas o personas que antes te resultaban indiferentes, empezando por Newton y su maldita ley de la gravedad, pasando por la báscula y acabando por el más que seguro misógino que inventó el tanga.

Sexta pista: cada vez ocupas más. No sólo tú, también tus potingues en el cuarto de baño. De la cremita hidratante mañanera has pasado a un montón de ungüentos que empiezan por anti: antiedad, antiarrugas, anticelulítico, antiestrías, anticaída del cabello… ¿Cómo no va a deprimir cumplir años cuando todo contiene palabras tan negativas?

Pero la gran pista, el pistón, la madre de todas las pistas antes de las dos definitivas, a saber, la cartita de la Seguridad Social llamando a la mamografía como quien llama a filas y la llegada de la menopausia, es lo que yo he dado en llamar “el síndrome del andamio”, que paso a explicar a continuación.

Sabido es que por algún extraño motivo que no alcanza a mis neuronas ni a mis hormonas, los obreros son capaces de ver dos tetas a trescientos metros mientras sueldan alguna asquerosidad con una máscara de amianto en la cara desde un andamio a veintisiete pisos de altura. Durante muchos años fueron mi pesadilla y la de muchas mujeres, no porque mi aspecto físico destaque en modo alguno, sino porque les suele servir cualquier cosa y el ciento veinte por ciento de las veces me soltaban alguna perla. En mi juventud evitaba pasar por delante de las obras, ya que normalmente al delicado piropo solía contestar con alguna de las frases corteses propias de mi exquisita educación en colegio de monjas, como por ejemplo: “me cago en tu puta madre” o “cállate capullo, que no te la encuentras ni para mear”, cuando no salía como alma que lleva el diablo mirando aviesamente al grosero piropeador.

Pues bien, ahora ni eso. Hace tiempo que puedo pasearme por delante de cualquier construcción sin zozobra ni inquietud. Digo más, he probado a infiltrarme entre los jubilados que suelen pasar su mucho tiempo libre este tipo de eventos y nadie se ha fijado en mí. Estoy acabada, como mujer objeto, digo. O más, bien, como mujer objeto de deseo, porque objeto sigo siéndolo y mucho: soy cocina, plancha, fregona, carrito de la compra y muchas cosas más.

Total, que en vez de pensar en positivo, es decir, que si no me dicen nada es porque no me sobran kilos, he pensado en negativo, que no se fijan en mí porque lo que me sobra son años. Sólo me queda sentarme a esperar la definitiva retirada de mis molestias menstruales y ponerme como una foca con la terapia hormonal sustitutiva. Nadie dijo que el paso de muñeca Barbie a muñeco Michelín fuera fácil, pero no me imaginaba que se me iba a antojar una subida al Tourmalet.

 

 

miércoles, 4 de febrero de 2009

PREMIO “GRACIAS POR COMPARTIR TU SABIDURÍA”


Ja, ja. Estoy recogiendo más premios que Penélope Cruz últimamente. Éste me lo ha concedido mi amiga Rosa, http://miscosillasdecocinaythermomix.blogspot.com, y os adjunto sus normas para recogerlo, porque tengo que proponer a tres personas. Así que se lo concedo a Xelo, que tiene un blog muy chulo y acaba de llegar, a Clio, a ver si así se anima y le da un poco de marcha al suyo y a Sías, porque aún no le había concedido ninguno y tiene unas recetas absolutamente deliciosas.

Enhorabuena a las tres.

 

Aquí las normas:

 

Este premio se le puede conceder a cualquier blog que nos guste (sea de lo que sea) hay que linquear a quien nos lo ha entregado y dárselo a tres blogs (como máximo) que nos gusten especialmente y decir porque se lo otorgamos.y avisaremos al dueño de ese blog dejándole un comentario en el suyo.

 

martes, 3 de febrero de 2009

thermomix: MILHOJAS DE CREMA Y NATA

AQUÍ, LA TARTA YA TERMINADA



PARA EL HOJALDRE BÁSICO

ingredientes:

200 gr de mantequilla congelada en trocitos
200 gr de harina
50 gr de agua helada
media cucharadita de sal

poner todos los ingredientes en el vaso, 15 segundos a velocidad 6. sacar la masa del  vaso, formar una bola, envolver en film plástico y  dejar reposar en la nevera 20 m.

pasado ese tiempo, sacar la masa de la nevera, enharinar una superficie y estirar la masa dándole forma de rectángulo. doblar en tres partes, de forma que cada una tape la anterior. Colocar con la parte más alargada  del rectángulo resultante hacia ti, estirar con el rodillo y repetir esta operación dos veces más (plegar en tres partes y estirar). Tapar la masa y dejar otros 20 m en la nevera.

después ya se puede usar y darle la forma que uno quiera. Se hornea unos 20 m a 180-200 grados.

PARA LA NATA MONTADA
montar la nata mientras se hornea el hojaldre. Usaremos 200 ml de nata líquida y azúcar al gusto. La nata ha de estar muy fría. Yo la monto en velocidad 3 unos 3 minutos más o menos.

PARA LA CREMA PASTELERA
1 huevo
1 cucharada colmada de harina
2 cucharadas de azúcar
200 ml de leche entera
cáscara de limón.

Ponemos todos los ingredientes en el vaso menos el limón y los mezclamos unos segundos a vel. 5
A continuación añadimos la cáscara de limón, giro a la izquierda y programamos 8 m a 90º en vel 2. Cuando esté dejamos enfriar completamente la crema antes de usarla

Tengo fotos con todo el proceso, pero hoy blogger anda tonto, qué le vamos a hacer, cuando recupere la sensatez os las pongo.

domingo, 1 de febrero de 2009

EL FUEGO. CATHERINE NEVILLE***



Clasificación:
***** ¿Qué haces ahí sentado? Corre a comprarlo.
****  Cómpralo, pero no tengas tanta prisa, puedes ir mañana.
***    Pídelo prestado y olvídate de devolverlo.
**      Intenta conseguirlo de segunda mano.
*        El crucigrama del periódico te está esperando.
Y no aprendo. Es para matarme. Pero, vamos a ver ¿cómo segundas partes van a ser buenas, si la primera ya no lo era?
El ajedrez de Montglane y sus siniestras piezas comienzan de nuevo una partida donde ganar o perder puede significar morir o seguir viviendo. Las piezas son personas reales que adoptan el rol ajedrecístico, de manera que hay un equipo blanco y otro negro.
Vaya por delante que no me gusta la literatura fantástica y menos cuando entran en juego personajes históricos que ya no pueden defenderse. Pero debo dejar a un lado mis gustos personales y tengo que centrarme en las técnicas narrativas de la novela para justificar que es un pestiño. Más de lo mismo: dos acciones paralelas, una situada en la actualidad, y la otra en el primer cuarto del siglo XIX, más o menos como ya había sido en la primera parte. Personajes pacatos y planos: o malos o buenos. Diálogos absurdos y farragosos que no explican nada. Me da la impresión de la autora no llegó nunca a entender el argumento de su propia novela ni su resolución. ¡Ah! Colorismo local, que la señora Neville vivió en el País Vasco y creyó necesario incluir algunos personajes con txapela; creo que cuando algunos lean el libro pasará directamente a encabezar la lista de enemigos de Herri Batasuna. Situaciones previsibles, tensión sexual que ya es evidente para el lector antes que para los personajes implicados. Las escenas de acción son de película de serie B. Acumulación de elementos intrigantes: el ajedrez misterioso, su origen y significado, Pitágoras, el número áureo, los criptogramas, mitología griega, alquimia medieval... ¿no le llegaba con elegir un par de ellos y no hacer una sopa de letras con tantos? La resolución del conflicto o desenlace... para empezar a llorar y no parar hasta mañana. Ese mismo desenlace ya lo habían inventado los autores de cuentos de hadas hace muchísimos años.
Que conste que sabe mantener la intriga con cierta soltura durante tres cuartas partes de la novela. La leí en día y medio. La parte documental supongo que estará bien, dado que dedica como veinte páginas del final a los agradecimientos, en vez de utilizar el espacio para hacer un desenlace más trabajado e imaginativo.
No aprendo nunca, no sólo la compré, sino que también me he comprado "El Ocho" (en su día me lo prestaron) para cotejar algunas incongruencias entre ambas que me ha parecido descubrir. Por cierto, el final está tratado de tal manera que podría haber (oh, no) una tercera parte.
Un consejo, no hagan como yo y esperen a que algún pardillo se la preste. Les recuerdo que estamos en recesión económica.
 Y además, en mi pueblo, de toda la vida, la continuación del ocho es EL NUEVE.