LOS QUE HACEMOS DE ESTE BLOG UNA CASA DE LOCOS

LOS QUE HACEMOS DE ESTE BLOG UNA CASA DE LOCOS

MORGANA

JOTAELE

AGÜELO COCINILLAS

Oficialmente, profesora

Escritora

Casada y madre de familia

Me gusta leer, escribir y el rock and roll

Toco la guitarra

Hago dameros

Me gusta Patán

Odio la política y los programas del corazón

Oficialmente, abogado

Seductor

No sabe, no contesta

Me gustan las mujeres

Toco lo que me dejan

Hago el amor

Me gusta Betty Boop

Odio a Belén Esteban y a María Antonia Iglesias

Oficialmente, jubilado

Naturalista

Viudito y disponible

Me gusta observar la naturaleza humana

Ya no toco nada

Hago disecciones

Me gusta doña Urraca

Odio la caza, la pesca y los toros.

LIBROS LEÍDOS INVIERNO 2013

J.K. ROWLING: Una vacante imprevista
NOELIA AMARILLO: "¿Suave como la seda?
LENA VALENTI: "Amos y mazmorras"

viernes, 29 de octubre de 2010

ASESINATO EN LA COCINA III


Como todos los años al llegar la festividad de Todos los Santos, Halloween, Samaín o como le queráis llamar, hago una entrega del cuento de miedo protagonizado por unos peculiares robots de cocina. Ya es la última entrega, no habrá más cuentos de las maquinitas. Es muy largo, así que os dejo el enlace para descargarlo gratuitamente, y también los enlaces recordatorio de las dos entregas anteriores si alguien quiere refrescarse la memoria.


El ama tiró el cigarrillo que había estado fumando con absoluta compulsión al ver que los mismos que habían facturado con ella empezaban a moverse. Parecía que por fin iban a embarcar, después de tres horas de interminable espera. Por un momento imaginó de qué humor estarían sus máquinas, que habían tenido que ser facturadas debidamente embaladas y, por consiguiente, pasarían las diez horas de vuelo en la bodega, y sintió un escalofrío. Seguro que Chefo les hacía el viaje insoportable a las demás, eso si no iba algún perro o gato en la bodega, en cuyo caso, el ama no respondía.
Cruzó la sala de embarque a grandes zancadas. Estaba nerviosísima. Odiaba volar con toda su alma, le daba terror. Y esta vez no era moco de pavo la cosa, nada más y nada menos que cruzar el charco… insufrible. Y sin poder fumar ni tener a nadie con quién hablar. Se tomaría un valium, a ver si había suerte y dormía todo el viaje.
-Pero, querida señora… qué alegría verla de nuevo –Una agradable voz masculina interrumpió sus negativos pensamientos. El ama se giró y se quedó mirando la figura del hombre que hablaba, que se le hacía ligeramente familiar, aunque no sabía muy bien de qué.
-Hola –dijo por todo saludo -¿Nos conocemos?
El desconocido, un hombre de unos cincuenta años y con pinta de representante, sonrió afablemente.
-Vaya… ¿No me reconoce usted? Eso me satisface, quiere decir que la dieta ha sido efectiva. Soy el Inspector Tilla.
El ama abrió la boca de puro asombro. ¡Claro que se le hacía familiar! Sólo que el bonachón Inspector Tilla había adelgazado unos quince kilos, se había quitado el bigote de morsa y, pensó el ama con regocijo, se había teñido el pelo canoso de un castaño casi negro que denunciaba el uso de la química en varias leguas a la redonda.

-¿Cómo no me voy a acordar de usted, si me salvó la vida? –El ama estrechó con calor la mano que el inspector le tendía –Lo que pasa es que no le reconocía. Esta usted fenomenal, inspector. Ha rejuvenecido diez años.
-Mi mujer me obligó a elegir entre ella o mi barriga –bromeó el inspector –La verdad es que me ha venido muy bien. Verá –continuó en tono confidencial –nos hemos comprado un par de máquinas de esas… tanto trabajar con ellas, todo se pega. Y me han venido muy bien para el régimen bajo en grasas. Por cierto, se me hace raro verla aquí sin las suyas…
-Voy a la Riviera Maya al certamen de Cocina Internacional con Máquinas –contestó el ama -Represento a España.
-Lo sé –repuso el inspector sonriendo –Adivine quién va de encargado de la seguridad.
-¿Usted? Qué alegría me da –aplaudió el ama –Aunque esta vez no va a pasar nada ¿verdad? Ya me llegó con la última –se estremeció recordando el momento en que casi había sido asesinada, el año anterior, por su propia motosierra.
-Claro que no, mujer –contestó Tilla dándole una palmada en el hombro –No se preocupe. Como mucho, intentarán robar alguna máquina o algo así. No tema, Macario sigue a buen recaudo entre rejas –se echó a reír –Tiene gracia, lo han puesto a trabajar en la cocina de la prisión, y eso que sólo tiene una mano… ¡Y sin máquinas!

-Que se fastidie –contestó el ama con dureza.
El inspector la cogió por el codo.
-Vamos, pongámonos a la cola para embarcar. A ver si hay suerte y nos podemos sentar juntos.
***
-¡Desde luego, mira que meternos en la bodega! Qué cosa más horrible, qué ignominia, me quejaré a la compañía aérea en cuanto aterricemos –protestó Chefo dentro de su bolsa.
-Sí, mujer… se van a morir de risa cuando vean que una panificadora se sube al mostrador a protestar porque no ha hecho el viaje en business class, no te joroba… -Thermo se rió de su propia respuesta. Acababa de terminar la maniobra de despegue. Suspiró pensando que le quedaban diez interminables horas escuchando las protestas de Chefo y decidió tomárselo con paciencia. G ya estaba durmiendo, como siempre, y la nueva no decía ni pío. Claro que aún no tenía mucha confianza con ellas.
-Chefo, piensa en algo agradable, como en las playas de Cancún –sugirió Thermo.
-Sí, playas que no vamos a pisar –dijo Chefo –Soy una máquina ¿Qué pinto yo en la playa? ¿Oxidarme?
-Lo pasaremos muy bien con el ama, mujer –insistió Thermo.
-¡Pero si el ama sólo está pensando en la maldita amiga esa con la que se va a encontrar! No nos hará ni caso, ya verás…
La verdad era que el ama estaba como loca pensando en el encuentro con su amiga Karen, la mexicana que había conocido por Internet. Además del certamen oficial, había otras categorías para otras máquinas y la amiga del ama concursaba en el apartado Crock-pot. Iban a estar quince días juntas en Cancún y el ama esperaba el encuentro verdaderamente emocionada.
-Fry ¿vas bien? –preguntó la thermo amablemente a la nueva adquisición, una freidora sin aceite de última generación.
-Sí, gracias –contestó la aludida con un tono poco convincente.
-No sé por qué te preocupas por ella –rugió Chefo. Como siempre, Chefo no podía evitar sentir celos por las máquinas nuevas que se incorporaban a su hogar. Ya aceptar a Ness le había costado lo suyo, y eso que lo único que sabía hacer era café –Preocúpate por mí, que lo estoy pasando fatal.
-Mira el lado bueno… no tendrás que aguantar al gato –Thermo seguía intentando ver el lado positivo del asunto.
-Eso también es verdad –admitió la otra –Por cierto, ya podías cantarle algo al perro pulgoso que está ahí en la jaula, así nos divertiríamos un poco en el viaje.
Thermo suspiró por enésima vez. Qué largo se le iba a hacer aquel viaje… qué horriblemente largo.
***
Tras acabar de comer, el ama se metió un chicle de nicotina en la boca. Habría regalado sus máquinas a cambio de un pitillo.
-Hay mono ¿eh? –preguntó el inspector con simpatía.
-No lo sabe usted bien, odio volar, me pone nerviosísima, y no poder fumar ya es la puntilla. Lo siento por usted, pero dentro de un rato me doparé para dormir un poco, a ver si se me hace más corto.
-No se preocupe. Ahora cuénteme ¿Qué máquinas lleva para el concurso?
-Pues el certamen manda tres obligatorias: una panificadora, una olla programable y un multirrobot, así que me llevo a Chefo, a G y a Thermo, claro… -el inspector asintió –Y se puede llevar una cuarta libremente, al gusto de cada concursante, así que me llevo a Fry, la freidora que he comprado este año. Estoy bastante contenta con ella.
-¿Y posibilidades de ganar? Son quince participantes ¿no?
El ama se encogió de hombros.
-Sí. Quién sabe… Francia es un serio competidor, por supuesto, pero hay otros países con muy buen nivel también. No pienso en eso, ¿sabe? Bueno, usted ya tiene el plan del viaje y ya sabrá que no va a ser todo cocinar: nos van a llevar a conocer un montón de sitios, a hacer esnórkel, a las pirámides mayas y todo eso. En realidad, lo que más me apetece son unas vacaciones caribeñas en pleno otoño. Además me pilla lejos de casa, va a hacer un año que casi me hacen rebanadas y prefiero estar entretenida muy lejos, no sé si me entiende…
-Veo que aún le dura el trauma, amiga mía –contestó el inspector con simpatía.
-Sí –musitó ella –Creí que no lo contaba, se lo juro. ¿Sabe que nunca he sido capaz de decir nada en casa sobre el asunto? Me da la impresión de que si lo digo a alguien que no lo vivió, yo misma lo reviviré todo desde el principio y me volveré loca… cada vez que paso cerca de ese maldito polígono industrial empiezo a sudar el kilo.
-Bueno –contestó el inspector con su voz suave –Lo dicho, el malo ya está entre rejas y lo estará por mucho tiempo. Y además, teniendo a su gato, que es todo un héroe, está usted más que protegida.
-Ahora, si no le importa, voy a dormir un poco –repuso el ama metiéndose una pastilla en la boca y dándole un sorbo a su vaso de agua.

miércoles, 6 de octubre de 2010

CUATRO MESES CON MI IPAD



Dije que seguiría informando sobre el juguete más de moda del mundo mundial y aquí estoy, dispuesta a cumplir mi promesa. Todo se reduce a una frase: ya no puedo vivir sin ella. Esto es una exageración y una frivolidad, por supuesto. Pero sí es cierto que me ahorra peso, trabajo y además me proporciona diversión. Así que retomo todos los ítems que comenté hace cuatro meses para comprobar si he cambiado de opinión con respecto a algunos, o no.

1)Tamaño: sigue siendo grande, por supuesto. Pero no pesa, y me cabe en todos los bolsos, así que me la llevo conmigo a todas partes y siempre tengo algo entretenido que hacer si estoy en la cola del médico o en cualquier otro sitio aburridísimo. Y ocupa menos que un libro.

2) Pantalla: enorme. Ya no sólo por las fotos y los vídeos, es que ahora también me la llevo al trabajo. Ya no tengo ordenador en el chollo, me llevo mi ipad, le coloco el teclado externo y genero mis ficheros de texto o lo que me dé la realísima gana. Tampoco llevo ya libros ni papelotes. ¡Ligera como una pluma! Para evitar rayados peligrosos, le he comprado un protector de plástico invisible. Pero aún así, la limpio con el pañito del Lidl.

3) Transferencia de datos: ha mejorado sensiblemente. A través de una aplicación que hay en itunes llamada USB disk puedo transferir los ficheros mediante el cable que conecta la ipad al portátil. Y si no, lo hago a través de dropbox vía wifi. De una manera u otra, siempre tengo mis datos disponibles. Con itunes sincronizo todos los contenidos relativos a agenda, calendario, fotos, etc. También hay otras aplicaciones, como iteleport, que te permiten acceder al contenido íntegro de tu pc a través de ipad. Y, por cierto, sigo pasando los libros a formato epub, pero también se pueden leer en pdf o en word con otras aplicaciones, como Goodreaders, aunque no son tan molonas.

4) Capacidad: para mí sigue siendo suficiente, pues lo uso casi exclusivamente para documentos. Las fotos ocupan poco, ya que itunes les descarga peso antes de pasarlas a la tablet. Y música, tengo la imprescindible. Para escuchar música sigo prefiriendo el ipod.

5) Aplicaciones: me he descargado el ciento y la madre, lo cual sólo debe suponer el 1% de lo que hay disponible en itunes. Y casi todas gratuitas. Sólo he invertido 8 euros en descargarme Pages, el procesador de textos, pero es que para mí es fundamental para trabajar. Y, por cierto, no me arrepiento en absoluto. Ha sido dinero bien invertido. He descargado juegos (pocos), la versión del diario "El País", la aplicación para redes sociales Social, el Dropbox para almacenar ficheros, guías de hoteles y restaurantes, un sinfin de accesos a tiendas y, por supuesto, el catálogo de ikea. Ahora en serio, las aplicaciones para productividad son estupendas, aunque algunas se suben a la parra en el precio.

6)Accesorios: ahí sí que me tuve que rascar el bolsillo. Aproveché el día de Santa Morgana para descolgarme por la tienda Apple de mi ciudad y autorregalarme un par de cosillas: una funda normalucha de su tamaño (la de los chinos no me cabía en el bolso) pero resistente y protectora, ya que está acolchada por dentro, y el maravilloso teclado-dock que tengo perpetuamente en el trabajo y al que conecto la ipad en cuanto llego. La batería me aguanta toda la mañana sin problema, así que ni siquiera llevo el cargador. Y créanme, mi espalda lo agradece.

7) Conectividad: yo sigo haciéndolo vía wifi, pero también permite la conexión por bluetooth DUN sin usar la famosa tarjeta 3G, al menos el señor que vive conmigo y responsable de mi macadicción ha conseguido conectarse así.

8) Libro electrónico: estupendo. Ya no leo libros físicos, aunque sigo echando de menos poder doblarlo. Por eso todos mis libros estaban hechos polvo, los pobres. Lo único que he echado de menos es llevarme la ipad a la playa, por razones obvias: las arenas no son sus mejores amigas, precisamente. Por lo demás, puedo leer cómodamente en todas partes, incluso en la cama.

9) Puertos: subsanadas las carencias gracias a la aplicación Usbdisk. El bluetooth sigue siendo exclusivo para teclado y cascos inalámbricos.

10) Precio: caro. Parece ser que le han salido serias competidoras en otras marcas, como Blackberry o Toshiba. Pero también hay que tener en cuenta que una ipad es un ordenador completo en un tamaño reducido. Y ¡ojo!, la Toshiba base sólo cuesta 50 euros menos que la ipad de su misma gama.

CONCLUSIONES: es una maravilla. Perfecta para chiflados de la tecnología, como la que suscribe. Seguiremos informando.












lunes, 4 de octubre de 2010

EL ORDEN NATURAL DE LAS COSAS, LA INSOPORTABLE LEVEDAD DEL SER Y LA BAJADA A LOS INFIERNOS

Todos y cada uno de nosotros tenemos nuestro personal e intransferible orden natural de las cosas, de nuestras cosas. A lo mejor el de Isabel Preysler se ve alterado porque su peluquero se retrasa diez minutos sobre el horario previsto (no me imagino a la Preysler yendo en persona a la peluquería) o el de Lady Gaga, porque en vez de llevar ese día plataformas de 30 centímetros le toca llevarlas de 25. El caso es que todos tenemos nuestro pequeño orden y que no nos gusta que nos lo alteren. Y, por desgracia, en este mundo variable, lo normal es que el orden cambie por motivos ajenos a nuestra voluntad. Y el grado de resistencia que tengamos a la alteración depende, en gran medida, a un férreo entrenamiento. Cuando el desorden alcanza a lo emocional, nos desmoronamos e iniciamos, como Dante, nuestra particular bajada a los infiernos.
Somos frígilis, decía el personaje del mismo nombre de la novela "La Regenta", de Leopoldo Alas Clarín. Sí, somos frágiles, empezando por lo emocional. Y créanme, el entrenamiento no sirve para nada. Nos pasamos la vida bajando a los infiernos y, aún así, no aprendemos de la vez anterior. Y no será porque la práctica no empiece en la más tierna infancia.
La primera causa de bajar al infierno en la vida de cualquier mortal con una vida "normal" suele deberse a una errónea gestión de su vida social, por ejemplo, niña de ocho años que llega llorando a casa porque "fulanita ya no quiere ser más mi amiga". Bien, eso es sólo el pistoletazo de salida. En pocos años, la visita a lo más profundo del averno se deberá al primer desengaño amoroso. Y, a medida que uno va creciendo, la lista de motivos que inician la visita por los dominios de Lucifer va aumentando alarmantemente, porque empezamos a perder a seres queridos, a ver enfermedades y desgracias, a aquel amigo de la infancia tan guapo hecho un pingajo por culpa de la droga, a tu amiga del alma arruinada sin tener dónde caerse muerta porque invirtió en un negocio que salió mal, o porque su marido la deslomaba a palizas, o a tu hijo, que hasta ayer era la viva imagen de la salud, víctima de una extraña enfermedad genética. No se preocupen, sólo estoy poniendo ejemplos, pero seguro que a alguno de ustedes le suena haber conocido un caso similar.
Y entonces, la vuelta del infierno es cada vez más difícil. La caída, cada vez desde una altura más grande. Y la estancia, cada vez más larga y penosa. "Yo ya estuve aquí antes" piensas "Debería poder salir con más facilidad". Pero en este caso, la experiencia no es un grado, sino un hándicap, porque la experiencia vivida anteriormente no te da seguridad, sólo te hunde en una espiral de pánico.
Porque, en último caso, reflexionas y te das cuenta de que el ser, realmente, es de una levedad insoportable. Nos hemos creado un mundo tan a nuestra medida, tan acorde con nuestro orden "natural" de las cosas que somos incapaces de aceptar que en una sociedad tan avanzada como la nuestra sigan existiendo las injusticias, la enfermedad, la ruina o la muerte. Porque nos parece una asquerosa paradoja que el mismo ser humano que ha sido capaz de llegar a la Luna, de inventar la red desde donde estoy escribiendo esta entrada tan pesimista, de hacer de este planeta un lugar confortable y cómodo (y sucio, injusto, egoísta), se muera. Porque nos resulta no levemente insoportable pensar que, a pesar de todo, somos frágiles y que, en el conjunto del universo, valemos menos que el espermatozoide de un piojo.
Como pueden ver, estoy en el fondo del infierno. Mientras estrecho la mano de mi viejo amigo Lucifer, sólo pienso en una cosa: lo importante es seguir respirando. Y que lo hagan los seres que queremos.