
Nunca me ha gustado fumar. Ni de joven. Lo intenté, por supuesto, pero tras varias veces en las que pensé morir asfixiado y otras cuantas que vomité como consecuencia del mareo, decidí que aquello del cilindro nicotínico no era para mí. Lo hago muy excepcionalmente, pero no me gusta. Y, para ser franco, tampoco me apasiona que lo hagan a mi alrededor. De hecho por fin he conseguido que mi mujer habilite un rincón del fumador en casa y ya no tengo que tragarme sus malos humos en lo que a tabaco se refiere, que en lo que atañe a otras cosas la cruz que llevo la conozco sólo yo. En resumen: estoy contento con la ley antitabaco. Puntalización: estoy contento porque ya no trago malos humos tabaquiles. Estoy muy descontento por otras cosas que paso a detallar a continuación:
Parece ser que la ley antitabaco se ha convertido en el equivalente de la ley "Tenga a su niño en la calle hasta las tantas aunque se esté cayendo de sueño". Ahora que los locales no son un lugar apestoso para los tiernos pulmones de los infantes, algunos padres creen que se ha abierto la veda para llevárselos a todos los lados. Uno ya no puede cenar tranquilamente en cualquier sitio (sin humo) sin que lo incordien continuamente chillidos, carreras y lloriqueos varios de criaturas que hace mucho rato que deberían estar en la cama. Incluso el otro día me cayó en la cabeza un proyectil en forma de bola de servilleta de papel ¡usada! que, evidentemente, no me estaba destinado. He de decir que tanto me molestan los malos humos como la mala educación.
Esa misma noche coincidí con la criatura y sus supuestos padres en el mismo café. Los papás estaban con otros papás con sus criaturas ocupando un considerable espacio del local. Mientras los progenitores bebían como cosacos riéndose a carcajadas, sus retoños, ya completamente inofensivos, dormitaban sobre incomodísimas sillas retorciendo sus cuerpecillos en un vano intento de coger una postura cómoda. Y yo me pregunto ¿tener a un crío de dos, tres, cuatro años por ahí hasta las dos de la mañana no está penado por la ley? ¿No se considera maltrato infantil? Les recuerdo que la privación del sueño es uno de los métodos de tortura más antiguos y más efectivos que existen. Pregunten en Guantánamo si no...
Más estupideces: un espectador del musical "Hair" sale furibundo del teatro y, acto seguido, denuncia al responsable del espectáculo porque en él los actores se fuman un cigarrillo de hierbas (completamente inofensivo bajo el punto de vista psicotrópico) porque así lo requiere el guión. La obra transcurre en la época hippy, donde lo normal era ir fumado como una mona. Claro, el hombre quizá preferiría que saliesen los actores con un palillo entre los dientes, al más puro estilo Paco Martínez Soria. Pero si las actrices salieran enseñando las tetas (con perdón) porque así lo exigía el guión seguro que no protestaba, aunque esas mismas chicas acompañasen su desnudo con un canuto tamaño XXL.
Otro ejemplo de gilipollez: un amigo mío el otro día estaba en un bar viendo el fútbol tirando compulsivamente de pitillo electrónico (vapor de agua) cuando un señor le conminó a apagarlo, diciendo que le molestaba el olor. Mi amigo se negó en redondo y hasta no sé si algo le soltó sobre que a él también le molestaba el olor de su sobaco y no decía nada. Parece ser que a los no fumadores talibanes lo que les revienta es ver al fumador disfrutando enormemente con su placebo, da igual que sea tabaco o agua de Carabaña en forma de humo. Quizá en el fondo envidiamos profundamente a aquel que, como en un ritual sagrado, aspira profundamente una calada, deja el humo unos instantes en los pulmones y lo expira con expresión de absoluto placer. Quizá nos fastidia porque los no fumadores, sólo de pensar en intentarlo, empezaríamos a ver enanos verdes y a vomitar por doquier.
Para terminar de exponerles ejemplos de este mundo que ya no entiendo, les contaré lo que leí el otro día en un artículo de
Carlos Herrera: un señor en Sevilla estaba fumando en la calle cuando una anciana se le acercó y lo conminó a apagar el cigarrillo, diciendo que le molestaba. Y el hombre, calculo que con grandes dosis de gracejo andaluz, le contestó: "Señora, si le molesta, métase en un bar".
He de irme. Me han dejado solo en la oficina y me aburro. Es que todos se han ido a la calle a fumar. Hasta la próxima.