
“Hay que buscar la paz en el interior de cada uno”. Marvin Gaye.
Dicen que la caridad empieza por uno mismo. Quizá esto también sería aplicable para la paz. Nos hacemos cruces y nos echamos las manos a la cabeza ante los terribles conflictos armados que nos rodean, sin darnos cuenta de que, en la mayoría de las ocasiones, nacen de las mismas pasiones que los conflictos a pequeña escala: el ambicionar lo que otros tienen, el no acatar órdenes y reglas, el no respetar las opiniones ajenas, el querer imponer nuestra voluntad por encima de todo.
Es fácil censurar la guerra cuando se hace con armas y la vemos por la televisión, pero cuando nuestra actitud en casa es objeto de conflicto familiar con nuestros padres, cuando intentamos tiranizar a nuestra propia familia, cuando acosamos a nuestros propios compañeros de clase porque no son como nosotros, nos cargamos de razón y damos la vuelta a los argumentos para justificar nuestro comportamiento. ¿Cómo podemos acusar de irracionales a los líderes mundiales cuando nosotros hacemos lo mismo? Eso supone una actitud cínica. Oh, sí, censuremos, pero siempre y cuando no nos afecte a nosotros.
Jamás habrá paz en el mundo si nosotros mismos no la potenciamos a nivel individual, si no aprendemos a resolver los conflictos mediante el diálogo y no mediante la bofetada, si no aceptamos otras opiniones porque no coinciden con la nuestra, si no dejamos de abusar de nuestro poder, si no frenamos las situaciones de acoso con las que nos podemos encontrar todos los días.
En esto de la guerra, como en todo, todos tenemos nuestra parte de culpa. Es un gran paso reconocerlo.