LOS QUE HACEMOS DE ESTE BLOG UNA CASA DE LOCOS

LOS QUE HACEMOS DE ESTE BLOG UNA CASA DE LOCOS

MORGANA

JOTAELE

AGÜELO COCINILLAS

Oficialmente, profesora

Escritora

Casada y madre de familia

Me gusta leer, escribir y el rock and roll

Toco la guitarra

Hago dameros

Me gusta Patán

Odio la política y los programas del corazón

Oficialmente, abogado

Seductor

No sabe, no contesta

Me gustan las mujeres

Toco lo que me dejan

Hago el amor

Me gusta Betty Boop

Odio a Belén Esteban y a María Antonia Iglesias

Oficialmente, jubilado

Naturalista

Viudito y disponible

Me gusta observar la naturaleza humana

Ya no toco nada

Hago disecciones

Me gusta doña Urraca

Odio la caza, la pesca y los toros.

LIBROS LEÍDOS INVIERNO 2013

J.K. ROWLING: Una vacante imprevista
NOELIA AMARILLO: "¿Suave como la seda?
LENA VALENTI: "Amos y mazmorras"

lunes, 26 de septiembre de 2011

COMIENDO POR SANTIAGO: VAOVÁ GASTRO ****


CLASIFICACIÓN:

*****Pásate todo el mes ahorrando para ir
****  Espera a que te invite tu churri
***    No está mal, pero cocina mejor tu madre
**     Píllate algo en el kebab de debajo de casa
*       Coge fama y échate a dormir: aprende a cocinar, coño


A veces soy un poco sibarita, qué carajo. ¿O es que sólo los ricos se han de permitir lujos? Este fin de semana me he perdido por Santiago de Compostela. Suelo ir con cierta frecuencia, pero esta vez lo hice con premeditación, alevosía y nocturnidad: conocer el Vaova gastro, el recién inaugurado hermano mayor de la  exitosa coctelería Vaova Bar.

Vaová gastro responde a un nuevo concepto de maridaje: tapas de alta cocina+cócteles. Para los que ya estamos un poco hartos de tanta vinoteca es una idea estupenda. Situado en el casco antiguo de Santiago, en la rúa Nova, dispone de cuatro ambientes bien diferenciados: el bar, nada más entrar. Al fondo y bajando la escalera, el comedor, dispuesto en mesas altas con taburetes. Más allá, un lounge para tomar una copa sentado tranquilamente, presidido por una original vidriera, y lo mejor: la zona Premium, arriba, una especie de bar inglés con una preciosa decoración donde sirven los cócteles más deliciosos. En realidad, los cócteles los sirven en todo el local. La decoración y el iluminado del local son muy agradables y relajantes.

Para una fanática de la ginebra como yo, imagínense: maridé mi cena con un Tom Collins al aroma de jengibre exquisito. La comida acompañaba. Tomamos provolone servido sobre oblea, muy rico. Minihamburguesas de ternera deliciosas: el pan que las acompañaba eran arepas, una idea de lo más original. Langostinos en tempura, buenos ejemplares, nada de gambilla disfrazada con mucho rebozado, también muy ricos. La carta no es muy extensa, pero sí original e imaginativa.
zona Premium del Vaova Gastro

Estupendas las salsas de acompañamiento, sobre todo la de los langostinos. También nos agasajaron con una tapita de caballa marinada con aguacate. Esa es otra, los camareros atentísimos y todo el tiempo pendientes de nosotros. El local a las diez y media de la noche estaba ya abarrotado. 

Y no pedimos más porque no nos cabía, ni siquiera pudimos llegar al postre. Las raciones son grandes. Tras un café aromático y cargado, nos dirigimos a la zona Premium a disfrutar de un gin-tonic. Disponen de una carta con más de sesenta ginebras, así que lo mejor es dejarse aconsejar por los expertos que, en función de tus gustos (ginebra más o menos aromática, etc) elaborará una copa a tu medida. La coctelería por supuesto dispone de todos los artilugios necesarios para hacer una copa espectacular: maquinita de nitrógeno líquido, picadora de hielo y toda la pesca. Advierto que no es un local para trasegar copas como un cosaco: es para sentarse a charlar tranquilamente mientras sorbes tu bebida con calma, paladeándola, disfrutándola como la obra de arte que es, porque la coctelería es un arte como otro cualquiera.

Como asequible, diré que los cócteles, como en todas las coctelerías, pues baratos no son, caramba. Pero también he de decir que he tomado mojitos y caipiriñas en locales cutrísimos por los que me han cobrado casi lo mismo. Comer sí me pareció que tenía una relación calidad-precio excelente. 

En fin, que le deseo lo mejor a este local recién inaugurado. Estoy segura de que así será. La próxima vez que vaya a Santiago me dejaré caer por allí fijo. Mientras tanto, me entretengo viendo estas fotillos. Hasta la próxima.












jueves, 15 de septiembre de 2011

DOS MESES. TRES KILÓMETROS. UN PREMIO

Estoy monotemática, lo sé. Como todo principiante entusiasta y compulsivo. Mi mente sólo piensa en poner un pie delante de otro y devorar metros. No es la primera vez que me da un ataque de euforia de éstos. Me pasó cuando retomé la guitarra. Me pasó cuando empecé a escribir (sigo haciendo ambas cosas), pero nunca pensé que me pasaría con el rollo del footing, por la sencilla razón, como ya expliqué en la entrada anterior, de que ni en mi mejor o peor sueño se me ocurrió jamás que yo, que siempre he tenido como deportes base la barra fija y otras actividades igual de sanas, me pudiera dedicar a tales menesteres.
Cosas más raras suceden en el mundo, y si no que se lo digan a algún que otro tránsfugo político, otrora de izquierdas y hoy de derechas, y una vez instalado esto del running en mi vida, pues no me queda otra que seguir corriendo, porque después de dos meses no estoy dispuesta a dar marcha atrás y a desandar metafóricamente lo andado. He logrado algunas cosillas y estoy contenta. Han acabado las vacaciones y ya tengo una rutina de salir tres veces por semana, dos de ellas a primerita hora de la mañana, con la fresca. Ya corro treinta minutos, en tres series de diez. ¡Sin asfixiarme! ¡Sin agotarme! Tres kilómetros en total. 
No todo el monte es orégano, por supuesto. Ahora sí tengo agujetas. Cualquiera diría que me están clavando diez mil alfileres en el culo. Y un hambre desaforada, sobre todo de hidratos de carbono. Y después de comer me quedo frita un rato, yo que odio dormir la siesta. Son daños colaterales y se aguantan perfectamente. Como llevo ocho semanas de entrenamiento y aún no me he muerto, ahora tengo menos miedo a que me estalle la patata, y estoy tan enganchada que los días que descanso me pongo de mala leche. Para rematar mi entusiasmo, tampoco he engordado a pesar de que me meto unos desayunos de padre y muy señor mío, tengo la piel como el culo de un bebé de tanto liberar toxinas y no suelo llegar cansada al final del día, como me pasaba antes. Vaya, que por ahora lo bueno supera a lo malo, y como celebración de mis dos meses, me he autorregalado unas zapas nuevas: mis primeras zapatillas de running, específicas para correr, con amortiguación y toda la pesca. Y me hace muuuucha ilusión. Y me gusta compartirlo.

lunes, 5 de septiembre de 2011

NUEVAS ADICCIONES, BUENOS PROPÓSITOS

Hola a todos. Espero que hayan pasado un buen verano. Pueden suponer que el mío, dado lo poco que he asomado por aquí, ha estado a tope. Tengo tantas reseñas de restaurantes que hacer que, para cuando me ponga, ya me habré olvidado de lo que he comido en cada uno. Pero las vacaciones se han terminado y hay que volver a la triste realidad.
Una de las señales de que estamos en período de "Renacimiento" y buenos propósitos es la cantidad de colecciones que anuncian por la tele: desde abanicos hasta kazas de la II Guerra Mundial, cursos de inglés, de ganchillo, de macramé, de yoga. Porque en la vida del ser humano del primer mundo hay dos puntos de inflexión anuales que le hacen replantearse todo y autoprometerse que va a estudiar chino, hacer spinning, tocar el clarinete o cualquier otra cosa que exija esfuerzo y dedicación: el mes de septiembre y el mes de enero. Por supuesto, los buenos deseos quedan aparcados tan rápido como llegaron, en cuanto la rutina invernal se vuelve a instalar en nuestras vidas. Y yo, como soy animalito de llevar la contraria, pues intento cumplir mis buenos deseos en vacaciones, y así al llegar septiembre ya tengo mi propósito en cuestión instalado en mi rutina y, con suerte, ya estoy enganchada.
Pues eso me ha pasado este año: me he enganchado al running, es decir, a poner un pie delante de otro a cierta velocidad. Si me lo llegan a decir hace dos meses no me lo creo ni jarta vino. ¿Yo correr? Anda ya. Y eso que tengo un buen ejemplo en casa, puesto que el señor que vive conmigo es corredor desde hace un montón de años, y estaba acostumbrada a verlo salir con las calzas y las zapatillas casi todos los días del año, con una mezcla de envidia y pereza. Nunca pensé que algún día sería yo la que saliera de tal guisa, pero así es. Una tarde de mediados de julio estaba tirada al sol (al poco que ha habido) y se me encendió una bombilla. No podía estar todo el verano como una foca sin mover un músculo con la cantidad de energía negativa que había acumulado durante el año. El estrés me estaba matando, la ansiedad me consumía, arrastraba un año muy malo. Y con todo en contra: 45 años, fumadora, sin equipo, sin zapatillas siquiera porque me las había dejado en Pontevedra, me di un par de vueltas por el jardín de casa hasta que empecé a ver enanos verdes.
Al ver que no me moría en el intento (2 minutos corriendo, quizá) pensé que había que hacer un plan de acción y me dirigí a San Google en busca del gurú, me daba igual cuál, sólo necesitaba algo motivador. Y lo encontré. Desde entonces, http://www.elsentidodelavida.net/como-empezar-a-correr ha sido mi guía, sobre todo porque cada vez que leo el post me parto de  risa, eso si las agujetas me lo permiten. Por supuesto, no es la única página que consulto. Tengo varios programas de iniciación que combinan correr y andar y que hacen que esto, lejos de ser un sufrimiento, sea una de las actividades más divertidas a las que me he dedicado en la vida.
Un par de semanas después, y ya con las zapatillas rescatadas, decidí que a lo mejor la cosa iba en serio y que había que dedicar una mañana al equipamiento. Me dirigí a San Decathlon. Si ya me gustaba el sitio antes de hacer deporte, imagínense ahora. Compré cuatro cosillas: un par de camisetas, un par de mallas, calcetines y dos sujes que son un antídoto contra la lujuria pero que cumplen perfectamente su cometido. Completé con un chubasquero de travesía y un brazalete para el ipod, que correr con música es más divertido. Sin embargo, no me hice con lo principal: el pulsómetro. Y créanme que, superada la cuarentena, puede uno correr en pelota picada si quiere, pero no sin pulsómetro. Mi chico me prestó el suyo galantemente y me salvó la vida, porque una vez hecha la famosa ecuación de los 226 no puedo pasar de las 150 ppm sin riesgo de palmarla. Es lo único que me importa: la patata. El resto lo tengo nuevecito, nunca había hecho deporte de impacto así que no arrastro lesiones, salvo mi maldita artrosis de cervicales, pero la patata es primordial, y así, manteniéndome entre las 120 y las 150 pulsaciones, saliendo a correr/andar a días alternos y sumando minutos, han transcurrido las últimas siete semanas de mi vida. Empecé haciendo series de 30 segundos y corriendo dos minutos y medio en total, según rezaba el plan que me había descargado de internet. Hoy he corrido 23 minutos en series de 5 y 6 minutos. A alguien que corra habitualmente le parecerá una mierda, pero para mí es una verdadera proeza.
Lo bueno de alternar carrera con andar e ir subiendo los tiempos que corres es que nunca llegas destrozado a casa. Es más, nunca he tenido agujetas en las extremidades inferiores, como esperaba. El horror ha sido en la parte superior, sobre todo toda la musculatura implicada en la respiración, supongo que por falta de uso. Y en las cervicales, por el movimiento de los hombros al correr. Como contrapartida, diré que, aparte de no haber engordado en todo el verano a pesar de haberme pasado siete pueblos comiendo y bebiendo, ya empiezo a ver definición muscular en la zona abdominal. Y eso que yo no me enganché a esta historia por el tema físico, sino por los beneficios psicológicos. Y sé que, en cuanto lleguen los rigores otoñales, no habrá lluvia o viento que me detengan. Ya verán. Les seguiré contando.