LOS QUE HACEMOS DE ESTE BLOG UNA CASA DE LOCOS

LOS QUE HACEMOS DE ESTE BLOG UNA CASA DE LOCOS

MORGANA

JOTAELE

AGÜELO COCINILLAS

Oficialmente, profesora

Escritora

Casada y madre de familia

Me gusta leer, escribir y el rock and roll

Toco la guitarra

Hago dameros

Me gusta Patán

Odio la política y los programas del corazón

Oficialmente, abogado

Seductor

No sabe, no contesta

Me gustan las mujeres

Toco lo que me dejan

Hago el amor

Me gusta Betty Boop

Odio a Belén Esteban y a María Antonia Iglesias

Oficialmente, jubilado

Naturalista

Viudito y disponible

Me gusta observar la naturaleza humana

Ya no toco nada

Hago disecciones

Me gusta doña Urraca

Odio la caza, la pesca y los toros.

LIBROS LEÍDOS INVIERNO 2013

J.K. ROWLING: Una vacante imprevista
NOELIA AMARILLO: "¿Suave como la seda?
LENA VALENTI: "Amos y mazmorras"

martes, 20 de marzo de 2012

LA MALDITA PRIMAVERA

Foto propiedad de Fata Morgana
Odio la primavera y lo digo alto y claro. La odio porque mientras todo renace, yo muero muerte lenta, como decía el otro. En primavera no ando, me arrastro; en primavera no florezco, me marchito;  en primavera todo me parece enorme, desmesurado, inalcanzable. Tengo astenia primaveral.
La tengo desde niña y es como una especie de día de la marmota, puesto que aparece unos quince días antes del cambio de tiempo (no de la llegada de la estación en el calendario). En años de bonanza climática he llegado a notarla a mediados de febrero. Es un coñazo. De repente un cansancio sin causa se apodera de mi cuerpo, todo es un esfuerzo horroroso, salir a la calle a hacer recados se convierte en una tortura para mí, todo me hastía y aburre y no me soporto a mí misma. Los días parecen tener cuatro mil horas y no veo el momento de meterme en la cama. Creí que este año a lo mejor hasta tenía la suerte de librar a causa del running. Ya casi me daba por indultada, pero no ha sido así, aunque tampoco he dejado de correr. Es más, está siendo peor, pues a la astenia de las narices se unen las agujetas. No sé por qué la padezco pero me gustaría librarme de ella.
De pequeña me preparaban, porque ya sabían en casa que la primavera era mi época mala. Aparte de tener un bajón en mi actividad, los virus y las bacterias comenzaban una visita que se me antojaba inteminable por mi organismo. No había primavera sin la habitual cita con las anginas, la gripe, el trancazo de padre y muy señor mío... me daban vitaminas pero como si tomara agua, tarde o temprano acababa cayendo. Aún hoy en día si cojo algo, impepinablemente será en primavera. El año pasado tuve la gripe en mayo, hace dos, faringitis; hace tres, amigdalitis. No es casualidad. La primavera me odia y yo le correspondo con las escasas fuerzas que me quedan.
Dicen que el que se acostumbre el organismo a la nueva estación es algo bastante normal en el ser humano. Yo creo que somos imperfectos o que, por lo menos, lo soy yo. He tenido cuarenta y seis años para acostumbrarme. Ya va siendo hora ¿no? Es una sensación estúpida ésta de encontrarse mal sin tener nada, pero todavía es peor la parte psicológica: tristeza inexplicable, desgana ante cosas que me gustan, indiferencia, un estar por estar de lo más pasota que no es propio de mí. Ni siquiera tengo ganas de pensar, busco la ilusión y no la encuentro, no encuentro motivación para hacer nada: no me apetece leer, ni escribir, ni cocinar, ¡ni ir de compras!, ni trabajar, por supuesto. Menos mal que no dura mucho tiempo, porque uno no puede escapar de sí mismo por mucho que quiera.
¿Y saben qué es lo que más me revienta? Que aquí en Galicia ni siquiera hay primavera. Por lo menos no la propiamente dicha. ¿Cómo se puede tener algo asociado a una estación inexistente?
Ya volveré cuando se me pase.

lunes, 19 de marzo de 2012

EL PEPE, LA PEPA Y EL ESPERMATOZOIDE

Foto por cortesía de blog-sheila.blogspot.com
Otra vez aquí. Otra vez día D. Hoy toca celebrar el día del espermatozoide que consiguió llegar a la meta, es decir, el día del padre. Del superpadre, qué narices... el carpintero que fue padre sin poner una mano encima a su señora y, lejos de cabrearse, como haría cualquier mortal, lo aceptó y, a cambio, en agradecimiento, le crearon un día. Qué guay ¿no? El día de la corbata.
Ni siquiera el día del padre es lo que era. Recuerdo que allá por 1971 o por ahí trabajamos en el colegio durante varios días en el regalo: una cartulina con las hojas de un árbol pintadas cuyo tronco era un puro. Sí, han leído bien: un cigarro puro que iba pegado a la cartulina. ¿Se imaginan semejante regalo hoy en día? Supongo que el puro era infumable, puesto que iba pegado con pegamento y medio... así que doble delito: incitación a fumar y a consumir psicotrópicos. La verdad es que nunca le pregunté al autor de mis días si se lo había llegado a fumar. Ahora uno se va al corte inglés, elige entre un ramillete de chorradas varias, cotiza con la tarjetita blanca y verde y aquí paz y después gloria.
Aunque en esta santa casa no celebramos ninguno de los dos, no puedo evitar hacer un agravio comparativo entre el día del padre y el de la madre, perdónenme. Como siempre, la celebración es desmesurada en el primer caso con respecto al segundo. El único mérito del padre es que uno de sus chicos  consiguió, tras muchos esfuerzos y escollos, alcanzar su objetivo, para lo cual se necesitan unas 24 horas. Por cierto, la capacidad reproductiva del ser humano es ridículamente baja con respecto a otros mamíferos: sólo un 20% de posibilidades de concepción. La consecución del objetivo deviene tras un acto agradable y placentero. Y aún encima, tienen un día al año para celebrarlo. Pero claro, una vez logrado empiezan los actos que harán posible la celebración del día de la madre: embarazo (9 meses), parto (un huevo de horas), posparto (varios días), lactancia (x meses)... ¿sigo? Es decir, proporcionalmente en número de horas y escasez de placer, porque créanme, y hablo por propia experiencia, parir es de todo menos placentero, el día de la madre tendría que ser los 364 días restantes del año. Y sin acritud ¿eh? Que por no tener ni siquiera tenemos derecho a un día fijo en el calendario: primer domingo de mayo y a tomar viento... si san José era el padre lo lógico es que el día de la madre fuera el 15 de agosto, festividad de la Virgen. Pero si pensamos diremos... ¿de qué Virgen? porque la pobre, como espantoso adelanto histórico de la multidisciplinaridad de la mujer, se ve multiplicada por varias y tenemos la Virgen del Socorro, la Virgen de Loreto, la Virgen de Montserrat... ¿cuál elegimos entonces? Espinosa cuestión. El día del padre es santo y el de la madre es sólo eso, el de la madre que te parió. No me parece justo.
Si vamos a eso, el día de los abuelos (26 de julio) tendría que separarse y hacer el día del abuelo por un lado y el de la abuela por otro. O si no, hacer el día de los padres. O abolir de una vez el día D y la hora H, que ahora hay día para todo, coño. Por cierto, desde aquí les invito a celebrar conmigo el próximo día D importante: 2 de abril, día mundial del Autismo. Por aquí andaré dando leña. Mientras tanto, me voy a comprar una corbata...

jueves, 8 de marzo de 2012

EL DÍA D, LA HORA H, EL PUNTO G

imagen por cortesía de www.artehistoria.jcyl.es
Yo creo que cuando se celebra el día de algo debería hacerse en un contexto positivo y ligado a un acontecimiento que sólo sucede una vez, verbigracia: cumpleaños y similares. Uno sólo nace una vez. Por eso las celebraciones del día D me parecen ridículas, a no ser que lleven aparejado un objetivo de concienciación y/o recaudación monetaria con fines justificados, como el día contra el cáncer. ¿Por qué celebrar el día de los enamorados? ¿Es que el enamorado no lo está los 364 días restantes?
Viene esto al caso, como habrán deducido inteligentemente, porque hoy es el Día de la Mujer (anteriormente día de la mujer trabajadora. Supongo que le quitaron el "trabajadora" tras deducir acertadamente que una mujer siempre es trabajadora, ya sea en el curro o en su casa). ¿Se dan cuenta de que no hay un correlato con un Día del Hombre? (afortunadamente, a lo mejor se celebraba dejándolos mear fuera del váter por 24 horas), ya lo celebran todo el año. ¿Quiere eso decir que sólo voy a ser mujer hoy? Ah, no, es para recordarme, como si los restantes 364 días no lo hiciera, que no tengo los mismos derechos que un hombre. Aunque sí los mismos deberes. Es de suponer que cuando alcancemos el mismo status el día dejará de celebrarse, cosa que sucederá aproximadamente cinco minutos antes de que el sol se convierta en una gigante roja y nos engulla. Y nos dirán: "y no os quejéis, que ya tenéis los mismos derechos". Y eso que yo no tengo mucho que bufar: mi existencia es prácticamente paritaria en todos los órdenes de mi vida, desde el sueldo hasta la conciliación, pasando por el reparto de tareas domésticas.

Rindámonos a la evidencia: hoy es el Día de la Mujer, pero no se celebra. El día de Navidad se hace una comida especial, el día de la Madre (otra chorrada como un mundo) te llevan a comer fuera y te hacen un regalito. El día de la mujer se celebra negativamente, quejándose las féminas a diestro y siniestro de su desigual situación. Propongo cambiar las tornas y hacer una celebración positiva que exalte todas las características que hacen  que la mujer sea llamada como tal. 

Para empezar, el día de la mujer ninguna debería tener la regla. Con lo cual jodidos estamos, porque para sincronizar los períodos menstruales de todas las mujeres del planeta hace falta un milagro, como poco.
El día de la mujer debería empezar dejando a la susodicha dormir hasta el aburrimiento. Por supuesto, ese día la mujer no trabajaría. Y no la molestarían en las 24 horas de su día vocecillas infantiles en distinto grado de volumen. En cuanto la homenajeada se despertara (y lo haría pronto, porque es su costumbre), se le serviría el desayuno en la cama. Tras un maravilloso baño de espuma un equipo de peluqueros y estilistas se dedicarían a arreglar el pelo de su cabeza y deshacerse de forma indolora del del resto del cuerpo. Y un masajista profesional se encargaría de relajar hasta el último nanogramo de sus agotados músculos. Hecho esto, la homenajeada debería salir a la calle (haría un día absolutamente primaveral) a tomar el aperitivo tranquilamente. Para entonces, habría llegado la hora de comer. Y no, la mujer no lo haría en un restaurante, rodeada de gente ruidosa y sin poder fumar. Un servicio de cátering completo se presentaría en su casa, no la dejaría entrar en la cocina, le serviría una comida deliciosa con sus dos platos y postre favoritos y se largarían silenciosamente dejando todo como los chorros del oro. Acto seguido, la homenajeada dispondría de un buen rato para dedicarse a alguna de sus actividades favoritas, esas a las que puede dedicar media hora al año, aproximadamente: leer, escuchar música, ver una peli, llamar a una amiga... Tras esas pequeñas distracciones, la mujer saldría de compras a agenciarse todo lo que se le antojara a un precio irrisorio, o mejor gratis, y todo, absolutamente todo le quedaría bien. Una vez terminada la agotadora actividad, la mujer podría irse de cañas con sus amigas, o a merendar chocolate con churros (no congelados). De vuelta a casa, y tras una nueva sesión de masaje, el cátering reaparecería con la cena. Terminada la misma, se le serviría un espléndido gin-tonic, o dos, o los que a ella se le antojen que para eso es su puto día, y habría llegado el momento de que la homenajeada aprovechara al máximo su proverbial (y envidiada por los hombres) capacidad multiorgásmica. Para ello los ayuntamientos deberían poner a disposición de la mujer los medios humanos necesarios si la mujer no tuviera los suyos propios, que para eso se gastan bastante más pasta en gilipolleces mucho menos importantes. Y de ahí a dormir, lamentando que tan maravilloso día toque a su fin. Y yo me pregunto: ¿por qué entonces, a las 16.06 del 8 de marzo, me he levantado a las 7.45, he currado seis horas seguidas, he llegado a casa y me he hecho la comida, mis pelos parecen los de la bruja Avería (y no sólo los de la cabeza), la ciática me está matando, llevo ropa de hace dos años y estoy escribiendo chorradas en vez de ir a fregar los platos? Me temo que de follar ya ni hablamos...

El día que el día (valga la redundancia) de la mujer se celebre así, me apuntaré a la fiesta. Mientras tanto, hostias.