LOS QUE HACEMOS DE ESTE BLOG UNA CASA DE LOCOS

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MORGANA

JOTAELE

AGÜELO COCINILLAS

Oficialmente, profesora

Escritora

Casada y madre de familia

Me gusta leer, escribir y el rock and roll

Toco la guitarra

Hago dameros

Me gusta Patán

Odio la política y los programas del corazón

Oficialmente, abogado

Seductor

No sabe, no contesta

Me gustan las mujeres

Toco lo que me dejan

Hago el amor

Me gusta Betty Boop

Odio a Belén Esteban y a María Antonia Iglesias

Oficialmente, jubilado

Naturalista

Viudito y disponible

Me gusta observar la naturaleza humana

Ya no toco nada

Hago disecciones

Me gusta doña Urraca

Odio la caza, la pesca y los toros.

LIBROS LEÍDOS INVIERNO 2013

J.K. ROWLING: Una vacante imprevista
NOELIA AMARILLO: "¿Suave como la seda?
LENA VALENTI: "Amos y mazmorras"

martes, 19 de mayo de 2009

EL CONCURSO

     EL CONCURSO


         Ruby se quitó las gafas con rabia y las dejó caer sobre la mesa del escritorio. Un cristal estalló y ella soltó un exabrupto. ¡Lo que faltaba! Había roto dos pares en lo que iba de semana y sólo estaba a miércoles.

         -¿Y tú qué miras?

         La pregunta retórica iba dirigida a Belcebú, el enorme gato siamés que se desperezaba en el sofá del despacho clavándole sus ojos azules e impersonales. Un gato castrado. Ruby se echó a reír, a quien se le dijera que tenía un gato castrado…

         Sonó el teléfono y Ruby lo cogió con desgana, sabía de sobra que era su editor, que tenía prisa, que la iba a chantajear emocionalmente como hacía siempre y que ella le prometería el oro y el moro y después se sentiría horriblemente culpable. Tras veinte minutos de monólogo en que Vicente desgranó y enumeró todas las desgracias que Ruby podría evitar si se tomara la molestia de tener el borrador a tiempo, colgó sintiéndose asqueada. No podía más.

         Decidió hacer caso a Vicente y concentrarse para tener el borrador terminado en el tiempo previsto, pero las letras le bailaban delante de los ojos y no se sentía capaz de decir nada coherente. La novela tenía el título provisional de “Prostituta por accidente”. Ruby pensó que era una pena que la prostituta no se accidentara en el primer capítulo y la dejara en paz para concentrarse en lo que realmente le apetecía: una novela “seria”.

         Ruby se levantó para dirigirse a la biblioteca. Allí estaban sus ochenta y cuatro exitosas novelas, éxito de ventas, un cáncer en su carrera, una piedra en su zapato. Aquellas ochenta y cuatro pequeñas hijas de puta le habían impedido medrar como escritora seria.

         Por autocastigarse un poco, repasó alguno de los estrambóticos títulos, aunque se los sabía de memoria: “Virgo”, “Mi asombrosa máquina”, “El anillo milagroso”… habían sido un éxito y eso que eran suaves. Pasó la vista por otros más explícitos: “Caperucita de látex”, “Ama sumisa”, “Esta semana, contigo y tu hermana”… le entraban náuseas sólo de recordar su contenido.

         ¿Qué había impulsado a esta sesuda mujer de cuarenta años a hacerse escritora de novelas pornográficas? Aunque pareciera un contrasentido, su profesora de literatura del instituto. Ruby estaba en clase de filosofía de COU una mañana de invierno muerta de aburrimiento, cuando se le ocurrió pasar el tiempo escribiendo una absurda historia basada en una conversación que le habían grabado al príncipe Carlos de Inglaterra diciéndole a su amante, Camilla Parker, que le gustaría ser su támpax. La imaginación de Ruby empezó a galopar lejos de Descartes, Kant y sus muchachos, y el profesor de filosofía se dio cuenta, incautó los tres folios que llevaba escritos, la expulsó de la clase, llamó al jefe de estudios que a su vez llamó a la profesora de literatura que a su vez llamó a Ruby a su despacho y le preguntó si quería mandar el relato, una vez terminado, a un certamen de narrativa erótica porque era francamente bueno. Ruby lo mandó y ganó, y con dieciocho años ya estaba fichada por una editorial para entregar seis novelas de las mismas caracterísiticas al año. El jefe de estudios jamás tomó medidas contra ella y el profesor de filosofía la aprobó sin rechistar.

         La mirada de Ruby se humedeció al llegar a sus tres joyas, sus tres libros serios, sus tres novelas que jamás serían vendidas en los sex-shop o en las páginas más sórdidas de internet. Leyó sus títulos con cariño: “zona cero”, “Tú no lo sabes, Lucía”, “El acuerdo”. Las había escrito en aquel último año y aún no habían visto la luz, esperando una buena oportunidad. Había mandado otras tres a todos los concursos literarios convocados los dos últimos años y no había conseguido nada… ni un miserable accésit. Las editoriales tampoco habían querido saber nada de ella, un editor le había llegado a decir que era como si Nacho Vidal pretendiera hacer teatro del Siglo de Oro.

         Merce se lo había dicho. Además de ser amigas íntimas, Merce trabajaba en una editorial y sabía lo que se cocía:

         -A mí no me digas cómo lo saben, Concha. Pero el caso es que lo saben… mucho seudónimo, mucha plica y lo que quieras, pero saben que tú eres la autora, y no van a permitir que una escritora pornográfica se recicle ¿comprendes? Te niegan el pan y la sal.

         Claro que comprendía, era una frustrante pesadilla. Jamás la dejarían salir del agujero, agujero que le reportaba excelentes beneficios, por cierto, porque Ruby, gracias a sus ganancias, jamás había trabajado en otra cosa que no fuese la pluma, y con ellas se había comprado un piso estupendo en el centro y podía permitirse casi todos los lujos que se le antojasen.

         Ruby Contreras, nacida como Concepción Rubirosa, se sentía horriblemente frustrada. Suspiró y cogió su bolso, dispuesta a ir a la óptica a dejar las gafas y recoger los dos pares ya arreglados.

***

         -Hola, Concha. Llámame cuando llegues, tengo una sorpresa para ti.

         Ése era el mensaje que Merce había dejado en su contestador. Ruby descolgó y marcó el número. Mientras daba de comer a Belcebú y se ponía las zapatillas escuchó la invitación que Merce le hacía para asistir a la presentación del último libro de Jesús Fuente, el escritor de moda. Que lo iba a pasar genial, después habría cóctel y pinchitos, y así podría hacerse algo de publicidad. Que se pusiera algo arreglao pero informal, que pasaría a recogerla a las ocho.

         No le hacía mucha ilusión semejante velada. Las reuniones literarias solían estar llenas de escritores hinchados y envanecidos como pavos reales, muy pagados de sí mismos. Eso, en el mejor de los casos; en el peor, la reconocían y enseguida querían saber si todo lo que escribía procedía de experiencias personales, y además querían saberlo con demostración práctica a poder ser, con lo cual Ruby siempre acababa marchándose furiosa con ellos y consigo misma, cada vez más arrepentida del día que mandó aquel estúpido relato erótico al concurso que le había sugerido su profesora.

         Aquello era injusto, pensó. Los primeros años su trabajo le había reportado muchísimas satisfacciones. Para empezar, una solidez económica que le permitió hacer cosas que no solían estar al alcance de la mayoría de la gente a esa edad: independizarse de sus padres, viajar, no dar explicaciones a nadie, vivir intensamente, juergas, amores, desamores, entrar y salir, invitaciones a las cosas más excéntricas. También respeto entre sus semejantes, ninguno de sus amigos podía aspirar a llegar a lo mismo que ella con diecinueve o veinte años; lo que ahora despertaba desprecio antes era admiración. Como representante de la intelectualidad más friki de su tramo generacional, ella organizaba las fiestas y los viajes, era invitada a todos los eventos y todo el mundo quería a la precoz y procaz escritora en sus reuniones y festejos. Su legión de admiradores podía dar la vuelta a la manzana.

         Ruby se vistió para la ocasión mientras pensaba en cómo cambiaban las tornas en cuanto una tenía cierta edad… ahora resultaba ridícula y patética… menopáusica calentorra, habían llegado a llamarla. Se miró en el espejo, menos mal que su entrenador personal siempre le levantaba el ánimo… estaba estupenda para su edad, le decía. También era cierto que Vladimir era gay y ferviente admirador de sus novelas desde antes de conocerla, especialmente de “En ese lugar pequeño y oscuro”, su primera novela gay. También había escrito para su público lesbiano, y le habían propuesto hacerlo, llegando a ofrecerle mucho dinero, sobre temas políticamente incorrectos, como la pederastia o el bestialismo, pero siempre se había negado. Una tenía su dignidad, al fin y al cabo.

***

         Merce llegó a recogerla a la hora convenida, era una morena chispeante y simpática. Se habían conocido en la presentación de su primera novela protagonizada por lesbianas, “Verticalmente tuya”, y desde entonces eran íntimas amigas. Trabajaba en una editorial pequeña y exclusiva, la que había publicado el último libro de Jesús Fuente.

         -Chica, estás fantástica –le dijo a modo de saludo. -¿Es de Purificación García ese trapo que llevas?

         -No, es de Missoni –contestó Ruby con indiferencia arreglándose el peinado en el espejito del coche. -¿Qué tal es?

         -¿Quién, Jesús? –Ruby asintió. –Un sueño –contestó Merce poniendo los ojos en blanco. –Guapo, simpático, educado… lo tiene todo.

         Ruby desconfiaba a priori de los que lo tenían todo. La verdad es que en las fotos promocionales Jesús Fuente era un pedazo de hombre, además de un muy buen escritor. Tras un debut arrasador con “Desafinado”, sus siguientes novelas no tuvieron tanto éxito, pero parecía ser que la nueva prometía.

         Cuando lo vio en persona se dio cuenta de que las fotos estaban algo retocadas con el Photoshop, pero aún así el tal Jesús era un tío de caerse de espaldas, cosa que casi le sucede cuando Merce se lo presentó en el cóctel y él se las arregló para deshacerse de ella y proponerle a Ruby tomar una copa en un sitio más tranquilo.

         Ruby dijo que sí sin titubear, estaba fascinada por el atractivo autor. Sin pensar en Merce para nada cogió su abrigo y se marchó con Jesús a un lounge cercano, pidieron un par de copas y charlaron tranquilamente.

         -He leído todos tus libros, me encantan.

         Que un autor considerado como Jesús Fuente hubiera hecho semejante manifestación llevó a Ruby al éxtasis momentáneamente, aunque enseguida se rehízo y reconstruyó sus defensas, esperando que lo siguente fuera un bombardeo de preguntas sobre cómo se inspiraba para sus argumentos.

         Pero no fue así, afortunadamente. Así que Ruby derribó sus barreras y se relajó. Le explicó a Jesús cómo había llegado a hacerse autora erótica (la palabra “pornográfica” no le gustaba) cosa que a él le hizo mucha gracia. En mitad de la conversación recibió un mensaje de Merce que decía que se imaginaba con quién estaba y que no se preocupara y disfrutara de la noche.

         -¿Por qué Ruby? –Estaba preguntando Jesús.

         -Me apellido Rubirosa –contestó ella riendo –En el insituto me llamaban “La Rubi”. Entre eso y que soy rubia y que solía escuchar bastante “Ruby tuesday” de los Rolling Stones, ya me quedó. Cuando tuve que elegir un seudónimo para mis novelas, no lo dudé. Y el Contreras porque me gustó, no sé.

         -Escribes bien –prosiguió él. –Independientemente de la materia que configura tus novelas, eres buena, tienes fuerza descriptiva y tus personajes son contundentes, de eso no hay la menor duda.

         -¿Cuál es tu favorita? –preguntó Ruby embalada.

         Él pensó unos segundos.

         -Creo que “Virgo”. Fue la primera que escribiste ¿no? –ella asintió –Un título muy oportuno, desde luego. Y ya lleva el germen de lo que serán las demás.

         Ruby le explicó que estaba harta y que quería cambiar de género a toda costa, pero que se le cerraban todas las puertas.

         -A lo mejor yo puedo ayudarte –dijo Jesús –Tengo muchos contactos.

         Ruby se sintió agradecida, aunque aún desconfiaba.

         -Pues… qué amable. Si puedes hacer algo te lo agradeceré.

         -¿Tienes ya algo escrito?

         Ella le explicó que tenía seis novelas escritas, tres que ya habían concursado y tres inéditas. Contestó él que le gustaría echarles un vistazo y, viendo que eran ya las tres de la mañana, decidieron retirarse tras intercambiar los teléfonos y la promesa de quedar para otro día.

***

         Ruby se olvidó pronto del encuentro con Jesús Fuente, enfrascada como estaba en la redacción de “Prostituta por accidente”. Le faltaban cuatro meses para entregarla pero estaba angustiada porque no le veía pies ni cabeza, estaba en un callejón sin salida, no se le ocurría nada de nada.

         Vladimir se había propuesto matarla a ejercicio para ver si así despejaba las entendederas, así que aquella mañana salieron al Retiro con los patines en línea.

         -Nena, se te está poniendo fofo el culo de tanto estar sentada pensando en esa maldita novela –decía Vladimir patinando con energía –Lo que tenías que hacer era otra novela gay, incluso tengo título… “Truchas y mariposas”, y podría transcurrir en las hermosas estepas de mi Rusia, sí…

         Ruby frenó en seco.

         -Mira, eso no te lo aguanto… podrás hacerte el ruso en Chueca o donde quieras, pero conmigo, que sé de sobra que eres de Móstoles, no lo aguanto, vamos.

         -Está bien –contestó Vladimir renunciando a su acento ruso –desde luego estás que no hay quien te soporte, rica. Y no me has contado nada del divino Jesús Fuente. ¿Es tan guapísimo como en las fotos?

         -Más –le dijo Ruby reanundando la marcha –Y amabilísimo, por añadidura… hombre, está más viejo que en las fotos, ya peina canas, pero es muy guapo, está delgado, es alto, viste bien, tiene voz de locutor de radio…

         -Ay, calla, que me estoy muriendo de envidia.

         Ruby se sentó en un banco.

         -No puedo más, Víctor, tengo que sentarme.

         Vladimir se hizo el ofendido.

         -Me llamo Vladimir. Que yo sepa no te llamo nunca Concha, así que no me llames Víctor, por favor.

         -No me llamas Concha porque no te sale de los minihuevos. Dame agua, anda, estoy seca.

         La mañana transcurrió entre estos tiras y aflojas, Ruby y Vladimir se adoraban, pero siempre estaban discutiendo. Vladimir la acompañó hasta el portal de su casa, y casi se desmayan los dos al ver al atractivo Jesús Fuente esperando pacientemente en la puerta, con su carísimo abrigo de cachemire y su traje de Armani. Estaba claro que el escritor invertía parte de sus ganancias en ir hecho un pincel. Los dos se sintieron sucios y sudorosos ante su presencia, pero Vladimir enseguida desplegó sus modales más exquisitos hasta que una mirada fulminante de Ruby lo conminó a irse. Entonces Jesús le explicó que pasaba por allí y se le ocurrió llamar a ver si estaba en casa, y en ese momento Ruby había aparecido. Sabía su dirección por Merce, dijo.

         -¿Te apetece que vayamos a comer? –propuso.

         -Si esperas a que me duche, sí. –Contestó Ruby. –Vladimir me ha matado hoy.

         -Si puedo esperar arriba y leer mi correo mientras, de acuerdo –repuso él a su vez.

         Así lo hicieron. Mientras Ruby se duchaba, Jesús contestó a sus correos y hociqueó un poco, fisgó entre la biblioteca de Ruby, se hizo amigo del gato, echó una ojeada a sus discos… en éstas estaba cuando Ruby entró, arrebatadora, en el despacho. Se había arreglado en un tiempo récord y la verdad es que el resultado era evidente.

         -Vaya, estás estupenda –murmuró el escritor.

         -Gracias –contestó ella con naturalidad. En el fondo le temblaban las piernas sobre los tacones de Loboutin. Ella también gastaba mucho dinero en marcas caras.

         -¿Comemos, entonces?

         ¡Por supuesto! Estoy muerta de hambre.

***

         Dos semanas después, Ruby se había convertido en la amante de Jesús. Estaba completamente hechizada por el embrujo fascinador del escritor. La verdad es que se parecían mucho, sobre todo en el tremendo sibaritismo que los caracterizaba. No pasaban un solo fin de semana en Madrid, solían marcharse a alguna capital europea en plan escapada romántica. Todo era carísimo, lujosísimo y exquisito. Ruby estaba en una nube de la que no quería bajar y su trabajo se resintió más todavía, y no sería porque no hablaban de literatura, porque el tema era casi aburrido ya.

         -Yo no sé por qué te avergüenzas tanto de tu trabajo –le decía Jesús una tarde –Eres mejor en lo tuyo que muchos escritorcillos de libro de bolsillo de los que hay ahora por ahí. Me refiero a esos libros que el primer año están a 22 euros y al siguiente en colección rústica ¿sabes?

         -No me avergüenzo, Jesús, pero quiero cerrar esa etapa de mi carrera y no puedo, simplemente.

         Llevaba dos meses saliendo con Fuente cuando Vicente, harto ya de la falta de productividad de su escritora estrella, decidió tener una conversación franca con ella.

         -Vamos a ver, Concha. Veo que no progresas con “Prostituta por accidente”.

         -Estoy bloqueada. No se me ocurre nada, ya te dije que en esto he tocado techo, en cambio tengo tantas ideas para otro tipo de novelas…

         -De eso quería hablarte –continuó Vicente encendiendo un cigarrillo, lo que hizo salir de estampida a Belcebú –Hay un concurso que quizá pueda lanzarte.

         -Soy toda oídos, Vicente. Dispara

         -Lo convoca el Tajo Francés y es por internet, espera y déjame acabar, no frunzas el ceño que se te va a ir el bótox a tomar viento –farfulló Vicente viendo el gesto de disgusto de Ruby –Es por votación popular…

         -Pues sí, lo que me faltaba. ¿Y quién coño me va a votar, hombre?

         -De eso ya me encargo yo. Vas a ganar, te publicarán la novela y por fin reconocerán tu talento. Lo único que quiero yo a cambio es que acabes de una puta vez “Prostituta por accidente”, valga la redundancia.

         Ruby pensó unos instantes. Tongo… qué palabra más fea.

         -¿Me garantizas que ganaré?

         -Al cien por cien, cariño –dijo Vicente sonriendo –Elige una de las tres novelas que tienes ahí y cuélgala. El concurso empieza el diez de abril.

***

         No sabía cuál elegir… las tres eran buenas. Tras mucho pensar decidió pedirle ayuda a Jesús, que ya las había leído, y, de paso, comentarle lo del concurso, aunque sin citar lo del tongo para nada… a Jesús ese concurso le parecía de poca categoría para ella, pero Ruby se mantuvo en sus trece.

         -Está bien –contestó Jesús. –Manda “El acuerdo”, es la mejor de las tres.

         -¿Seguro que no es mejor “Zona cero”? A mí me gusta más.

         -Cometerás un grave error, pero haz lo que quieras –Contestó él con un tono que a Ruby le pareció algo ofensivo.

         Sin embargo, decidió hacerle caso, al fin y al cabo él era el escritor prestigioso y no ella.

         Los primeros días del concurso no se lo podía creer ¡Iba de primera! con una ventaja tremenda, además. Jesús decidió celebrarlo con un fin de semana en París ultrarromántico. Ruby volvió caminando por el aire de pura felicidad. El domingo por la noche llegó a su casa y encendió el ordenador mientras se ponía las zapatillas, a ver qué tal iba, estaba emocionadísima. Entró en la sección de los más votados con una sonrisa en los labios.

         -¡Maldita sea! ¡Me cago en todo! ¿Qué coño significa esto?

         Ruby se puso las gafas para comprobar que la vista no la engañaba… iba de primera, pero inmediatamente después la seguían dos novelas tituladas “Zona cero” y “Tú no lo sabes, Lucía”. Alguien de su entorno la había traicionado.

***

         Ruby pasó los siguientes cuatro días en casa encerrada, sin ducharse, sin peinarse, sin lavarse los dientes, sin comer y durmiendo a base de pastillas. No podía ni quería pensar, las tres posibilidades que se le presentaban como explicación lógica la aterraban. Sólo podían haber sido tres personas: Vicente, Merce o Jesús. De éste último no había vuelto a saber nada desde el domingo, lo cual ya era sospechoso, pero ¿para qué querría un escritor de éxito participar en un concursillo como ése? No le cuadraba. Por otro lado, una especie de instinto autoprotector hizo que ella tampoco lo llamara, al igual que a Vicente y a Merce. En aquellos momentos no quería saber nada de ninguno de los tres.

         Por supuesto, eran sus textos. Los descargó y miró casi con lupa. Sí, eran sus adoradas novelas, las niñas de sus ojos. Una iba firmada con el nombre de Jesús y la otra con el de Mercedes. Claro que cualquiera podría haber puesto esos nombres precisamente para sembrar la confusión.

         La mañana del quinto día la despertó el timbre de la puerta. Le apetecía abrir tanto como tirarse por la ventana (posibilidad que había contemplado en los últimos cuatro días, por cierto) pero cuando vio por la mirilla quién era no lo pensó dos segundos.

         -Ruby… no sabía a dónde ir.

         Vladimir estaba en el umbral, con la cara como un mapa. Casi no podía abrir el ojo izquierdo y lo que quiso ser sonrisa al verla, se quedó en una mueca.

         -¿Qué te ha pasado? ¡Qué horror! –exclamó Ruby dejándole pasar

         Mientras intentaba curarle las heridas y los golpes, escuchó el relato. Antonio, el novio de Vladimir, le había dado una soberana paliza cuando vio a su amado coqueteando con otras dos locas en un bar de Chueca.

         -Tienes que denunciarlo, Víctor.

         -Tengo miedo, Ruby –contestó él. -Me matará. Deja que pasen unos días y me quedo aquí, por favor, tengo tanto miedo…

         Ruby aceptó, qué iba a hacer. En el fondo lo agradecía porque pudo contarle a Vladimir todo el follón que se había montado con el concurso. Vladimir conocía a Vicente y a Merce y podía ayudarle a aclarar aquel galimatías.

         -Mujer, si tengo que desconfiar de alguno de los dos lo haría de Merce, aunque para mí el más probable es el escritor, hace tan poco que lo conoces…

         -¿Pero por qué? Si alguien no lo necesita, ése es él.

         Vladimir tampoco sabía decirle el motivo.

         -Evidentemente, darling, no puedes pensar con ese aspecto horrible que tienes, te haré una toilette completa y después comeremos.

         -Mira quién habla… si parece que acabas de salir de un ring de boxeo…

         Vladimir era un chollo, pensó Ruby. En una hora volvía a tener un aspecto estupendo, exceptuando el halo de tristeza que exhibía su rostro. Además había hecho la comida, aunque bastante acalórica; mejor, no tenía ni ganas de comer del disgusto.

         Estaban tomando el café cuando apareció Vicente. Vladimir le abrió la puerta y le puso una taza mientras se sentaba en el sofá.

         -¿Qué ha pasado, Concha? –preguntó circunspecto.

         -¡Ja! ¿Y a mí me lo preguntas? Yo qué sé –contestó furiosa.

         Vicente se acariciaba la barba con gesto desesperado.

         -Menuda mierda… casi me meo en los pantalones cuando lo vi. Te han robado tu trabajo, Concha. Dime ¿Cuánta gente ha tenido acceso a tu ordenador? ¿Cuánta conocía la existencia de esas tres novelas?

         -Cuatro personas –murmuró Ruby clavando una mirada fría en Vicente. –Merce, Jesús, Vladimir y… tú.

         -Eh, a mí no me miréis, solo soy una maricona mazada a anabolizantes –chilló Vladimir, pero ninguno de los otros dos le hizo el menor caso.

         -Concha, piensa un poco… yo te sugerí lo del concurso, he tenido acceso a esas novelas durante meses… ¿por qué te las iba a fusilar ahora precisamente?

         La verdad es que tenía sentido, se estaba comportando como una estúpida con sus sospechas.

         -Entonces ha sido Merce… o Jesús. –Susurró. –Lo de Merce aún lo podría entender, pero lo de Jesús… no me cabe en la cabeza.

         -Déjame hacer unas averiguaciones y mañana te cuento algo. Tú mientras, como si no hubiera pasado nada, no salgas de casa, incluso. Si alguno de los dos intenta ponerse en contacto contigo, evítalo. Mira –Vicente se metió la mano en el bolsillo y sacó un juego de llaves –Marchaos mañana a mi casa de la sierra a pasar un par de días, ya sabes dónde es, tiene piscina y de todo. A Vladimir tampoco le conviene que lo vean con ese aspecto, parece un Ecce Homo, como dicen en mi pueblo –concluyó riendo.

         -Pero… yo tengo que trabajar. –Chilló el aludido.

         -No te preocupes –sentenció Vicente –Si todo sale bien, a partir de ahora serás el asistente personal de la gran escritora Concha Rubirosa.

***

         Ruby y Vladimir pasaron dos días maravillosos en la sierra, bañándose y tomando el sol. La casa de Vicente disponía de todas las comodidades y lo pasaron francamente bien, a pesar de estar los dos solos. Vladimir se excusó ante todos sus clientes diciendo que estaba enfermo y no hubo mayores problemas.

         Cuando volvieron a casa de Ruby tuvieron que enfrentarse de nuevo con sus antiguos problemas. Vladimir seguía aterrorizado y ni siquiera se atrevía a ir a buscar sus cosas, así que fue Vicente el que se encargó de hacerlo. En cuanto al problema de Ruby, la primera sorpresa llegó en forma de correo electrónico comunicando a la interesada que la novela “Zona cero” había sido descalificada por no respetar las reglas de votación. Era una alegría, porque en algún momento había ido de primera, aventajando a “El acuerdo”.

         Habían quedado para cenar con Vicente, que llegó puntual a las nueve. El editor pudo comprobar que a los dos les habían sentado bien las minivacaciones.

         -Tenéis mejor aspecto –dijo mientras se servía una copa de vino.

         -¿Has tenido algo que ver con la expulsión de Jesús? –preguntó Ruby.

         Vicente sonrió.

         -Querida Concha, me hace gracia lo ingenua que eres… ¿te das cuenta de que jamás me has preguntado cómo me las he arreglado para que vayas de primera? Y para que ganes, porque vas a ganar, no te quepa la menor duda, porque el libro se lo merece.

 

         Ruby pensó que Vicente tenía razón. Ella se había cegado con el resultado final, era lo único que le interesaba, creía que realmente el mundo editorial le debía algo y que no importaban los métodos para conseguir su objetivo; publicar fuera del circuito porno.

         -Es muy sencillo –continuó Vicente –Se trata de generar un bucle que vaya votando y generando cuentas de correo para hacerlo. En realidad, es el mismo método que han usado los otros dos.

         -¿Qué dos? –preguntó Vladimir asombrado.

         -Cállate, Vladimir. Deja seguir a Vicente.

         -Tengo un amiguete “hacker” –continuó Vicente –que me generó el bucle, pero que también introdujo errores en el generado por los otros dos, por eso han descalificado “Zona cero” y, en cuanto se den cuenta, también descalificarán “Tú no lo sabes, Lucía”. Y además…

         Ruby y Vladimir casi no se atrevían a respirar.

         -Mi amigo ha entrado en algunas cuentas de correo y creo que hay algo que deberías ver, Ruby. Es necesario.

         Vicente conectó el ordenador portátil al cañón camuflado del salón y desplegó la pantalla del techo. A continuación, apareció una cuenta de correo. Abrió varios mensajes, dirigidos a Merce por Jesús.

         -No te va a gustar, pero tienes que verlo.

         Los mensajes llevaban varios vídeos adjuntos. Tanto el contenido de los mails como las imágenes no dejaban lugar a dudas  sobre la relación que unía a aquellos dos indecentes. Así Ruby tuvo conocimiento de cómo se había gestado toda la trama: la editorial había rescindido el contrato de Jesús a pesar de haber publicado su último libro, estaba desesperado. Por otro lado, Merce quería dar el salto al mundo de la literatura, pero  su talento para ello era más bien escaso. Nada mejor que aprovecharse de la amiguita de Merce, Ruby, que tenía tres novelas inéditas de gran calidad y robar una para cada uno… el bucle haría el resto, ganara quien ganara, se repartirían los beneficios. Era sencillísimo, Jesús no tenía más que seducir a Ruby, pues Merce se negaba a perpetrar el robo de los originales alegando que “daba mucho el cante”. Para cuando la muy pardilla se diera cuenta, el mal ya estaría hecho.

         Los vídeos despertaron el entusiasmo de Vladimir, siempre abierto a nuevas experiencias.

         -IOh! Pero qué guarros son, Ruby, fíjate, ni siquiera tú serías capaz de describir una escena como ésta. Qué manía tiene la gente de filmarse haciendo cochinadas y mandarse los ficheros… es de degenerados, yo jamás me prestaría a eso, me parece… Ruby ¿Me escuchas?

         No, Ruby no escuchaba… se había sumido en el mayor de los mutismos, parecía haberse vuelto de sal.

         Vicente se levantó del sofá.

         -Voy a mear y ahora hablamos de ello. Pero no te preocupes demasiado, cariño. –Y dio a Ruby un ligero beso en la mejilla.

***

         Cuando Vicente regresó del baño encontró a Vladimir totalmente enfrascado en el visionado de los vídeos que reproducían las acrobacias de Jesús y Merce. Tuvo que sacarlo a gritos de su ensimismamiento.

         -¡Vladimir, coño!

         El chico se sobresaltó y le dio al pause.

         -¿Dónde leches está Ruby?

         -Se fue hace unos cinco minutos. Dijo que volvería pronto.

         Vicente montó en cólera y sacudió al chico por los hombros.

         -¿Eres idiota? ¿Cómo se te ha ocurrido dejarla ir? ¡Imbécil!

         Tras unos minutos de confusión inicial, Vicente empezó a pensar. Llamó a Ruby y no cogió el teléfono. Sólo había dos posibilidades: o había ido a casa de Merce o a la de Jesús. Llamó a Merce y saltó el contestador, así que se puso a buscar frenéticamente la dirección de Jesús en la guía telefónica mientras rezaba para que figurase allí. Por suerte, la dirección venía. Agarró a Vladimir por el cuello y ambos salieron pitando a casa de Jesús en el todoterreno de Vicente. Vladimir chillaba, impresionado por la forma de conducir del editor, hasta que Vicente le propinó un puñetazo y todo quedó tranquilo. Algo le decía que no iban a llegar a tiempo…

         Llamó a Ruby al móvil mientras llegaban, por suerte esta vez cogió el teléfono. Le preguntó el piso y le dijo que se dirigían allí y que no se moviera. Su voz al contestar le pareció tranquila, pero no las tenía todas consigo.

         Sus peores pronósticos se habían cumplido, como pudo comprobar cuando una Ruby de aspecto cansado les abrió la puerta con una pistola muy pequeña en la mano. Sin hablar, les indicó el camino al dormitorio.

         -¿De dónde has sacado eso, Concha? –preguntó Vicente –No te pega nada.

         -Un regalo que me hicieron en la Semana de Novela Erótica de Chicago el año pasado –musitó –La estreno hoy –añadió con un tono de voz escalofriante.

         Jesús Fuente y su amante Merce yacían en la cama abrazados, con sendos tiros en la cabeza. La pistola tenía un calibre muy pequeño y el agujero era mínimo. Ruby se derrumbó en la butaca.

         -Estaban durmiendo. Ni se enteraron siquiera. Usé este cojín como silenciador.

         Vicente miró a Ruby horrorizado. ¿Aquella mujer fría era la escritora más exitosas de su editorial? No se lo podía creer.

         Tras la sorpresa inicial, y fiel a su temperamento práctico, se rehízo enseguida.

         -¿Cómo entraste, Concha?

         -Tengo llave. Jesús también tiene de mi piso. Tenía, quiero decir…

         -¿Te vio alguien, te cruzaste con alguien?

         -No.

         De repente, Ruby se echó a llorar.

         -Tuve que hacerlo, Vicente… no me juzgues mal. Tuve que hacerlo.

         Vicente la abrazó. Vladimir permanecía en el umbral de la puerta con los ojos como platos.

         -No pasa nada, querida. Lo comprendo. Estoy pensando…

         -¿En qué?

         Vicente se sentó y encendió un cigarrillo.

         -En que tengo el pozo de la casa de la sierra seco y contaminado y mañana van a condenarlo con unas cuantas toneladas de cemento fresco…

         De repente, Vladimir intervino.

         -Vicente, me preguntaba… por casualidad no habrá sitio para otro más ¿no?

***

         Ahora Concha Rubirosa se reía mientras firmaba ejemplares de “El Acuerdo” en su caseta de la Feria del Libro de Madrid, recordando la espantosa noche aquélla, pero en su momento había sentido horror, repugnancia y asco hacia sí misma.

         Menos mal que Vicente lo había arreglado todo con su eficiencia característica. Tras adecentar la escena del crimen y borrar todas las huellas, hubo que meter los cuerpos de los dos miserables en el todoterreno de Vicente, pasar por casa de Vladimir, esperar a que éste hiciera su trabajito, cargar el cuerpo de Antonio, llevarlos al pozo y tirarlos, junto con la pistola y las sábanas. Además hubo que hablar con el “hacker” amigo de Vicente para que dejara un montón de indicios que apuntaran a que los dos malditos ladrones del libros habían huído juntos y que no tenían la menor relación con Ruby. La policía investigó la desaparición durante algún tiempo, revisó los ordenadores, incautó los vídeos porno de la parejita y sus mensajes y ahora andaban buscándolos por algun país exótico, ya se cansarían. De Antonio no se había preocupado nadie, era un broncas y no se le echaría de menos. No se esforzaron demasiado en dar con su paradero.

         Los obreros cegaron el pozo de Vicente sin el menor problema y entonces los tres respiraron tranquilos, ninguno ha sentido nunca remordimientos de conciencia. Ruby piensa que hizo un favor al mundo librándolo de gentuza como Jesús y Merce. Con el tiempo Vicente se enteró de que “Desafinado”, la primera novela de Jesús, también había sido copiada a un amigo suyo que había acabado suicidándose del disgusto, así que su muerte quedaba vengada. Vladimir, por su parte, considera que todas las palizas que había recibido del insoportable Antonio justificaban la bala que ahora reposaba en el fondo de su cerebro de mosquito. Vicente haría lo que fuera por proteger a Ruby, la quiere como una hija. Y si eso incluía cargar con el muerto del mariquita, pues también, qué coño.

         “El Acuerdo” fue un éxito de ventas, y gracias a ello se editaron también las novelas que habían sido rechazadas en concursos anteriores, pero eso fue una minucia al lado de la nueva novela de Ruby Contreras, titulada por fin “El polvo y la pluma”. Los vídeos de los ejercicios amatorios de los dos ladronzuelos habían inspirado muchísimo a Ruby, que, en la primera página de la obra, anunciaba a sus lectores su retirada. Había escrito ochenta y cinco novelas eróticas en veintidós años y consideraba que merecía un descanso.

         Vladimir se convirtió en el secretario personal de Ruby, además de su entrenador. Van juntos a todas partes y el ruso hace su trabajo extremadamente bien. Siguen discutiendo muchísimo, por supuesto. Y despierta tal admiración que Ruby ha tenido que fabricarle una biografía rocambolesca, con pasado relacionado con la familia real rusa y todo. Vladimir es feliz, por supuesto. Ruby y él viven juntos pero no revueltos, y se lo pasan muy bien porque, en el fondo, son tal para cual.

         Vicente se forró con todo este lío. Ya dice el refrán que “A río revuelto, ganancia de pescadores”. Como no sabía qué hacer con tanto dinero, Ruby le sugirió que dedicara una parte a ayudar a nuevos talentos literarios. Así que Vicente llegó una mañana y dijo:

         -Concha, había una tal Morgana que concursaba contigo en el certamen del Tajo Francés con un cuento muy bueno que se llamaba “La Cita”. Voy a intentar localizarla ¿Qué te parece?

         Y Ruby contestó que le parecía bien, que la llamara. Pero eso ya forma parte de otra historia.

 

 

FIN

 

 

12 comentarios:

  1. ¡¡¡Me gusta!!!Morgana también llegará lejos, aunque espero que más limpiamente. Ja,ja,ja
    Un biquiño, monstruo.

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  2. Oye, ¿por qué no sale la actualización? En mi blog sigues como recogiendo el premio cool. Misterios de blogger.
    Bssssssssssssss
    Cloti

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  3. porque es más lento que el caballo del malo... jajajaja

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  4. Morgana jamia, que sepas que si alguna vez sepublica alguna novela tuya, la primera que se venda en Ibiza es para mi, por que espero a que abran jajaja.
    He disfrutado mucho leyendo este relato .
    Un besazo y muchassssssssss graciasssssssssssss guapaaaaaaaaaaaaaaa

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  5. Bueno, voy a dar la nota discordante...sorry, espero que no te importe una crítica constructiva. Puede ser por el sueño y el cansancio pero mi opinión sobre "El concurso" es:
    precipitado!!! eso ´si, entretenido como siempre (una de cal y una de arena)...pero parece que tuvieras prisa por expulsarlo....por terminarlo casi desde el principio...me gusta más cuando te regodeas y relajas escribiendo detalles y situaciones....
    PD: sorry, just my opinion...
    PD2: Ahora si soy Celia...aunque estuve tentada de mantener el anonimato...;D
    PD3: Por supuesto....Un biquiño!

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  6. Por la expresión "nota discordante" ya habría sabido que eras tú, jajajaja.
    Pues sí, lo escribí muy rápido y tenía prisa, porque prometí a las niñas un regalo por votar y tenía que cumplir mi palabra, claro.

    Evidentemente, el soborno no es buen consejero, jajajajaaj. Lo tendré en cuenta si un día me presento a algún cargo, jajajajajaja

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  7. He disfrutado con la lectura que me tenías enganchada y menos mal que fui de las que leí las cuatro primeros seguidos jeje y me vine corriendo a tu blog para leer la última parte.

    Un beso guapetona

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  8. ains el gato jajajajaajajaj es q se llama como un amigo de chat :$ jajaajaajajajaja
    Es que solo he leido hasta hay :$ y lueso se me olvida.

    Valeeee ya leo todo y despues comento ....
    o mañana pk con lo que me pierdo yo ..puff

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  9. cucha morgana jajajajajaja , leeme , a mi me vas a escribir "Caperucita de látex..." , chica que me ha dejado de piedra jajajaja vamos que tengo un come-come por leerla. Y sabes que mas ? jaja el pozo ciego me recuerda la serie que veo los lunes en cuatro , esa de "hay alguien ahi ?" pues esa. QUE EL RELATO ESTA GENIAL !!, me quedo con vladimir k lo 1º q pregunta es cuanto sitio hay en el pozo jajajaaja. Buenisimo desde luego jaaja. Me encanta leerte , asi que por favor , sigue haciendolo , que yo personalmente y no soy sola creo, te seguire leyendo. Besos

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  10. jajajaja, lo de Vladimir y el pozo a mí también me gusta mucho. Que no tenía un pelo de tonto el de Móstoles. Gracias, Dream, por tu comentario. Bss

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  11. pasate por mi blog anda maria morgana jajaja.
    No si el de mostoles era mu listo , ese si le dejan arrampla con chueca , miego me da el dia de las carrozas del orgullo gay jajajaja. besos

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