fotos propiedad de Fata Morgana
Lo primero de todo, pedir disculpas por haberme ido a la francesa sin comunicar mi ausencia de dos meses, pero es que no me gusta anunciar por la red mis movimientos, una manía como otra cualquiera. Una vez dicho esto, entremos en materia.
Entre las múltiples cosas que he hecho este largo y no cálido verano he de destacar un viajecito por La Alberca, precioso pueblo medieval y refugio de judeoconversos de la provincia de Salamanca que merece mucho la pena ver. La idea era recorrer todos los pueblos de la zona, visitar la Sierra de Francia y dar un paseo por Las Batuecas. Todo muy sano, natural y ecológico.
He aquí que el día que llegamos a nuestro destino, a las cinco de la tarde y cascando 37 grados nos encontramos con que la bonita villa estaba en fiestas y, entre las atracciones, había una novillada. Concretamente, dos novillos, dos, que iban a ser torturados y asesinados en la plaza del pueblo, preparada para tan magno acontecimiento. A pesar del repelús que nos ocasiona al señor que vive conmigo y a mí semejantes matanzas públicas, acudimos; sólo que yo me negué a mirar, excepto para tomar las oportunas pruebas gráficas del crimen.
La plaza mayor de La Alberca es una plaza cuadrada de adoquín. Se la preparó poniendo una especie de burladeros de metal que protegían muy poco o nada de los morlacos. El adoquín se dejó tal cual, por lo que los resbalones de nos novillos eran previsibles. Medio mundo estaba allí, hombres, mujeres y niños. Algunos subidos a escaleras de mano de tijera, con el consiguiente peligro de caída al estar en terreno irregular. Yo, como ya he dicho antes, me mantuve en un muy segundo plano y me abstuve de hacer comentarios, cosa que no sucedió con otros turistas que allí estaban y que expresaron su disgusto y desaprobación en voz alta.
El macabro espectáculo me recordó a los ahorcamientos en la Edad Media, o a los Autos de Fe del siglo de Oro, o a la guillotina funcionando a todo gas en la Revolución Francesa: público enardecido y entregado al olor de la sangre, furioso porque el ¿torero?, que no cumplía los sesenta, necesitó lo menos seis intentonas para descabellar al pobre novillo; fascinados ante la tortura y la muerte gratuita. ¿Y queremos que nos llamen civilizados? Anda ya…
A estas alturas de la película podréis suponer que estoy totalmente en contra de las corridas de toros en particular y de cualquier forma de tortura de animales en general. Me parece bárbaro, salvaje e impropio de una sociedad supuestamente civilizada como la nuestra. La tauromaquia sólo sirve para no educar a la población en el respeto a los animales y que cuatro se llenen los bolsillos a espuertas. No me refiero en concreto a la novillada de las fiestas de un pueblo, que eso es peccata minuta, sino al macronegocio que suponen las corridas de toros a niveles superiores. ¿A cuánto se revendieron las entradas para ir a ver la machada de José Tomás hace poco? Una obscenidad. Hasta la babeante duquesa de Alba, que ya no debe ni de saber cómo se llama, pierde el trasero por ser espectadora, y por lo tanto cómplice, de la suprema salvajada. Y lo peor de todo: el objetivo. La tortura y muerte tiene como finalidad el divertimento popular, porque si aún fuese la susbsistencia del ser humano tendría un pase, entiendo que hay que matar animales para comer proteínas de alto valor biológico. Pero no veo ninguna diferencia, en lo que a comportamiento se refiere, entre la fiesta nacional y los niños trogloditas que se divierten dando de fumar a las ranas o arrancando las alas a las moscas, por poner un ejemplo. En ambos casos es pueril y cruel.
Mi madre sostiene que la fiesta nacional es necesaria para que la raza no se extinga. ¡Pues menos mal que no se toreaban los dinosaurios, porque si no ahora estaría Andalucía petada de T-Rex en las dehesas! Supongo que los toros podrán servir para otra cosa más que para ser asustados, estresados, pinchados, torturados y asesinados. Digo yo como profana en la materia, vaya.
Algunos dirán: “claro, es gallega”. Pues sepan ustedes que donde yo vivo la tradición taurina es de tal calibre que está todo vendido al día siguiente de poner las entradas a disposición del público y que el día grande se hace el día de las peñas, en el que es imposible circular por esta ciudad, ciudad de la que escapo como el gato escaldado del agua fría. Otros sostendrán que hay negocios igualmente y obscenamente lucrativos como el fútbol, con lo cual estoy totalmente de acuerdo y me parece vergonzoso, pero en el balompié por lo menos no se mata a nadie (a mí de aburrimiento, nada más).
Aquí os dejo algunas imágenes para la reflexión. Seguiré con el tema cuando empiece la temporada de caza, práctica que, por supuesto, también aborrezco y que, por desgracia, me toca sufrir todos los años. Hasta la próxima, blogueros.
Completamente de acuerdo, Morgana. Y qué empeño en mantener a toda costa tradiciones(hablo no sólo de las taurinas, sino de otras muchas que se "disfrutan" en las fiestas populares), se trate de lo que se trate, sea cruel, sea ridículo, sea absurdo... ¡qué poco progresa la humanidad!
ResponderEliminarY que empeño en llamarlo fiesta nacional, manda narices, con lo española que yo soy, y la más andaluza del mundo, y detesto esa "fiesta".
ResponderEliminarCuanto más progresa la técnica más se embrutece el ser humano; de hecho, ya vemos en las Noticias como algunos disfrutan acorralando y humillando a cualquier mendigo indefenso solo por hacerse famoso en Youtube.¡Que no harán con los animales! La Historia ofrece lamentables ejemplos de lo miserables que pueden ser algunas personas. Menos mal que somos muchos los que conservamos la sensibilidad y el respeto por la vida.
ResponderEliminarCuenta conmigo cuando los de La Alberca te lean y te nombren Hija Impresentable de la Villa.
Besos.
No te preocupes, Hortensia. Peor será cuando se enteren los de las peñas taurinas de Pontevedra y me destierren, jajajaja.
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