Queridísimos amigos, tengo que anunciar la enorme satisfacción que tengo al verme de nuevo entre vosotros para daros una nueva clase de Historia Natural después de tanto tiempo. Ya tengo una edad, y no puedo prodigarme todo lo que me gustaría.
Se avecinan cambios en este pequeño rincón cibernético donde habita mi nieta y, aunque ella me obliga a guardar silencio al respecto bajo amenaza de no dejarme ir a los bailes del IMSERSO, quiero adelantarme, como buen científico, para ir acostumbrándome y hoy hablaré de EL GIGOLÓ.
EL gigoló, conocido también en el ámbito científico como IOSELUIS FORNICATUS COMPULSIVUS fue un espécimen frecuentísimo en otros tiempos. Ahora no es que esté en peligro de extinción, es sólo que ejerce su ministerio de forma más sibilina e imperceptible. Ergo: es más peligroso.
Sus atributos físicos suelen ser notables, especialmente de cintura para abajo. Presentan una tendencia natural a la coquetería y cierta compulsión por mantener la belleza y la juventud, manifestada en forma de suscripciones al gimnasio y presencia de potingues varios en sus cuartos de baño.
Tienden a vivir más tiempo si se les restringe la salida al exterior, ya que, aunque éste es su hábitat de caza, con los años suelen recurrir a la ingesta de la pastilla azul para poder culminar dicho ejercicio con éxito. Ergo: cuanto menos cace, más vivirá pero probablemente con peor calidad de vida al no poder practicar su afición favorita.
Su dieta es poco variada en cuanto al género y mucho en cuanto a la forma, al estar constituida esencialmente por féminas de todas las condiciones. Presentan una fuerte tendencia a comer fuera del hogar en cenas y diversos festejos en los que cercan y dan caza a su víctima. No suelen tener problemas de metabolización: todo cuanto ingieren va encaminado a la producción de esperma.
El olfato y el oído del gigoló son excelentes, pero no tanto como su vista, acostumbrada a distinguir en las situaciones más difíciles e inverosímiles glándulas mamarias, nalgas y piernas femeninas que respondan a sus diversos gustos.
En cuanto a la madurez sexual, el gigoló no la alcanza jamás, aunque he de decir que es de las especies que lo intenta con más denuedo. De hecho, su versatilidad y habilidad en este campo son proverbiales y supera con creces en número de coitos a otros individuos de especies similares.
El hábitat del gigoló es diverso aunque previsible: pueden encontrarse en abundancia en bares, pubs, discotecas y restaurantes, así como en gimnasios, playas, piscinas, oficinas e incluso en la red. Especialmente peligrosos son los oficinistas, ya que la víctima tiene harto difícil escapar de su acoso sin que peligre su puesto de trabajo. Suele marcar el territorio ante otros congéneres cuando está en compañía de una o varias hembras, pero dado su indiscutible encanto personal, los posibles rivales renuncian a la lucha la mayoría de las veces.
El gigoló es un caso increíble en la naturaleza, llegando a aprovechar sus características en su propio beneficio para lucrarse económicamente. En cualquier caso, todos las aprovechan para sus ratos de ocio.
Tras largos años de investigación, la comunidad científica está claramente dividida: los investigadores creen que se debería proceder a su exterminio total o, por lo menos, a su reclusión perpetua, mientras que las investigadoras opinan que cada mujer debería tener uno en casa a su disposición para sus ratos de esparcimiento.
Estás muy prolífica este mes, muy bien.
ResponderEliminarBssss
Cloti
Sí, ya ves... o crío telarañas en el blog o publico todos los días. No hay quien me entienda, jajaja. Bss
ResponderEliminarpd. son las hormonas, yo creo.
bueno, las hormonas o el tema publicado, que te inspira, jajajaja.
ResponderEliminarQuien yo me sé ha debido engordar bastante al leer tu escrito. Un beso.
Hola, Paco. Nos gusta verte por aquí.
ResponderEliminarA ti también, Cloti.
Me han dado cuenta propia y todo, jaja
El agüelo cocinillas