A mí que no me vengan con historias: ya lo dije en la entrada anterior... que no me vendan el rollo con la excusa de que es por mi bien, que es por mi seguridad y para ahorrarme combustible. Yo gano mi pasta (cada vez menos) y me la gasto en lo que me sale de los huevos kinder. Me gusta que llamen a las cosas por su nombre y éste es feo: afán recaudatorio. Este monstruo tiene tres cabezas: el radar fijo, el radar móvil y el coche camuflado. El primero no tiene ciencia, es fácil de esquivar teniendo cuidado porque, como su nombre indica, está siempre en el mismo sitio. El segundo es más jodido, pero yo, que hago mucha autopista, sé de sobra los sitios donde pueden ponerlos sin ser vistos y no son muchos, así que hay que estar atento en ciertos puntos. Y el tercero... ¡ay el tercero! Quién sería el maldito cabrón que lo inventó. Me refiero a ese coche que se pone delante de ti y de repente, como demoníaca discoteca, ilumina su parte de atrás con un letrero de neón que dice "pare" o algo así.
Primera experiencia surrealista: domingo, once de la mañana. Autopista AP-9 dirección La Coruña. Llegando a Santiago, adelantamos a un coche (no conducía yo) a 115 por hora. De repente, la trasera del coche que llevábamos delante se ilumina con el puto "pare". El conductor no sabe qué hacer, pues iba bien... intermitente a la derecha esperando instrucciones, sesos devanándose pensando qué habrá hecho mal, mano de picoleto que sale por la ventanilla y nos indica que lo adelantemos. Adelantamos a 110 justos. La copiloto, o sea, yo, mira el coche y ve en su interior a cuatro picoletos de no más de veinte años, descojonándose de risa. La copiloto, o sea yo, se caga en todos los muertos de los picoletos y en los picoletos también por no haber pillado la matrícula. ¿No es para denunciar? A eso se le llama abuso de poder, como poco.
Segunda experiencia surrealista: viernes, diez de la mañana. Autopista AP-9 dirección La Coruña. Pasado Santiago empieza el glorioso tramo de 30-40 km donde se le puede pisar: es una cuesta muy tendida con apenas tráfico. Conduce quien suscribe. Voy sola, hace buen día y en mi CD suena Highway Star de Deep Purple. Se me va el pie, le piso, disfruto... hasta que en lontananza veo un coche gris circulando anormalmente despacio, completamente solo. Aminoro, me acerco y veo que es un Citroën C5. Guardo la distancia de seguridad, por si las moscas. Cambio el CD por la radio. Examino el coche de delante: conductor y copiloto, pues se ven dos cabezas. Nos pasa un Mercedes, me mosqueo y decido adelantar. Entonces los miro y veo dos inequívocas camisas verdes de manga corta y dos todavía menos inequívocos bigotes. ¿Por qué siempre llevan bigote? Regreso al carril derecho e inmediatamente me adelantan ellos en una maniobra larguísima donde forman una cola de la hostia con otros vehículos que los alcanzan durante el adelantamiento. Regresan al carril derecho metiéndoseme a cuchillo (¿Y la distancia de seguridad?) y obligándome a frenar.
A partir de entonces el viaje se convierte en una pesadilla en la que el Citroën C5, a modo de perro pastor, va haciendo volver al buen camino a toda oveja motorizada que cometa la osadía de descarriarse. Emplea para ello sucios métodos: circula entre los dos carriles alegremente, se pega al vehículo de delante de tal forma que si ellos fueran otros los multarían seguro, adelantan pegándose a todo el mundo y se vuelven al carril forzando la maniobra... todo un ejemplo de conducción segura, vaya. Algunos tardan en darse cuenta de que son ellos, pero al final caen de la burra. Por dos veces los picoletos están a punto de provocar una colisión múltiple. ¡Y así sesenta kilómetros!
Tercera experiencia surrealista. Datos previos: a base de contarle a todo dios las dos anteriores, me entero de algunas cosas interesantes a la par que espeluznantes, entre otras, que cualquier coche puede ser un camuflado, incluso un audi o un alfa romeo, puesto que ahora usan los vehículos que la policía confisca a los narcos, y aquí hay mucho narco, ya se sabe. Así que: viernes, nueve de la noche. AP-9 de mis pecados, dirección La Coruña. Agravante: agotada como una burra. Empiezo a emparanoiarme con todo coche que me encuentro por el camino, que va solo y despacio. Uno lleva una pegatina de Bob Esponja en la parte de atrás, pero me da por pensar que a lo mejor los muy hijos de puta se camuflan de honrado padre de familia para despistar. En otro se ven dos melenas rubias, pero pienso que también pueden ser dos picoletas con la regla u ovulando y, por tanto, con muchas ganas de tocar las pelotas al personal. Un tercero lleva tres ocupantes a bordo, pero recuerdo el día de los cuatro picoletos escojonándome y me pienso dos veces el adelantamiento. El cuarto es el colmo de la paranoia: Ford Focus tuneado con cristales tintados completamente solo en el kilómetro 50. Va a 105. No me lo puedo creer. Tras dudar lo adelanto y me veo a un pobre veinteañero, aspirante a macarra y hortera, aferrando el volante como quien hace un esfuerzo muy grande por no correr más de lo debido y tan acojonado como yo. Me mira aviesamente con expresión de terror. Todos tenemos miedo. Todos desconfiamos de todos. Odio conducir.
Conclusiones:
He tenido que dejar de escuchar rock and roll en el coche, pues me incitaba a correr. Ahora escucho a Richard Clayderman y a ese asesino de la música llamado Kenny G.
Tengo una tendinitis perpetua en la pierna derecha. Sí, en la del acelerador.
Cualquier día me doy una hostia intentando adivinar quién va dentro del coche de delante. Mis ojos son como los de un camaleón: antes llevaba uno en la carretera y otro en el cuentakilómetros. Tendré que habilitar un tercero. ¿El del culo, quizá? Sería el más apropiado para la DGT. No se merecen otra cosa.
Me está como dios por tacaña. ¿Por qué no pediría de extra el limitador de velocidad?
Ojalá los cuatro picoletos tengan una enfermedad de transmisión sexual que les haga caer la picha a trozos y se la tengan que amputar. Por ejemplo.
Mamá: a partir de ahora si quieres verme vienes tú, que para eso no conduces. Que le den por saco a la AP-9.
NO se puede hablar más claro!!!!! Le has imprimido al tema tu punto de sarcasmo que me ha hecho reir, aunque la cosa no tenga ni puñetera gracia.
ResponderEliminarbsts. maite
Y lo peor es que todo lo que he contado es verdad, Maite. ¡Es esperpénticooo! Bss
ResponderEliminarTremendo tía, tremendo...yo el tercer ojo ya lo tengo habilitado, y aún así, te diré que estaba convencida de que los camuflados en circulación eran una leyenda urbana...aún no me crucé ninguno!!!
ResponderEliminarY ahora de donde saco el puto 4º ojo??? xD
No te cruzaste con ellos porque me vigilan a mí todos, está claro, jajaja. También yo pensé que eran leyenda urbana hasta el día de los cuatro picoletos de mierda...
ResponderEliminarTienes más razón que un santo, yo me alegro por tener el dichoso limitador, que así me puedo centrar en la múscia
ResponderEliminarSi, todos desconfiamos de todos. Muchas veces he creído peligroso el inevitable giro de cabeza según adelantas, para ver si el conductor tiene camisa verde. pero los hay que no van de uniforme. Como los que me pararon a mi. Les tenemos miedo. ¿Es normal tenerle miedo a alguien que está para protegernos?
ResponderEliminar¿Sabias que existen objetivos dentro de las patrullas de la DGT? Tienen que realizar X denuncias cada mes como mínimo. Y esto me lo ha contado alguien que manda sobre los de que están "haciendo la calle" como dicen ellos.
Qué pregunta tan interesante planteas. ¿Es normal tener miedo a alguien que está para protegernos? claro que no es normal. Sí, lo de los objetivos ya hace meses que circula por ahí. Parece ser que todos han decidido cumplirlos en la carretera Pontevedra-Vilagarcía. Y ya sabes quién es la gilipollas que va por allí todos los días ¿no? jajaja. Mejor les iría haciendo la calle en el sentido más literal de la palabra, pfff
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